11.7.04

 
 

11-07-04

EDITORIAL


DOS EXPLICACIONES INVEROSIMILES DE LA PASIVIDAD POLICIAL ANTE EL 11-M


El Ministerio del Interior eligió la calurosa tarde de un sábado de verano, con la guardia baja en las redacciones y en los partidos políticos, para filtrar a la agencia Efe y a la cadena Ser sendos informes de la Guardia Civil y la Policía en los que se afirma que los confidentes Suárez Trashorras y Rafá Zouhier no informaron a las Fuerzas de Seguridad de la venta de explosivos a los terroristas del 11-M.

La nada convincente conclusión de estos informes fue difundida y orientada a través de ambos medios para justificar la decisión del PSOE y sus aliados de oponerse a la comparecencia de Trashorras y Zouhier en la comisión parlamentaria que investiga el 11-M.También para intentar poner en cuestión el trabajo de investigación realizado en los últimos meses por este periódico. Pero en su burdo intento de manipulación, Interior cometió un gravísimo error al dar a conocer datos de estos dos informes que no sólo no acreditan que los confidentes no informaron de la compraventa de dinamita antes del 11-M sino que acrecientan las sospechas sobre la actuación de determinadas unidades policiales.

El primer hecho relevante que admite Interior -corroborando lo publicado por EL MUNDO- es que el confidente Rafá Zouhier alertó, en enero de 2003, a sus contactos de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil sobre las gestiones de Suárez Trashorras para buscar compradores para unos explosivos que había sustraído de unas minas de Asturias. El informe concluye que no se pudo encontrar «ningún dato o hecho objetivo» que corroborara su versión, obviando que el propio Zouhier entregó a su controlador en la UCO una muestra de la dinamita y que proporcionó datos concretos sobre Trashorras y sus cómplices.

El segundo de los hechos relevantes es que Interior reconoce que la Policía de Oviedo tenía informes de que Suárez Trashorras estaba traficando con dinamita. Esos informes fueron comunicados a Manuel García Rodríguez, inspector de estupefacientes de Avilés, del que era confidente Suárez Trashorras. Este le manifestó a García Rodríguez que tenía relaciones de amistad con «unos moritos» y el propio inspector vio a Trashorras con «dos personas que parecían árabes». Sin embargo, según Interior, García Rodríguez jamás sospechó de que su confidente pudiera estar vendiendo dinamita a esos «moritos».

La explicación resulta tan increíble e inverosímil como la pretensión de que la UCO desplegó durante meses «un vasto y extenso operativo policial» para indagar los datos aportados por Zouhier y que no encontró nada. Si ello fuera así, estaríamos en ambos casos ante una mayúscula incompetencia policial que debería ser investigada y sancionada. Lo que Interior está reconociendo en esos informes es que la Fuerzas de Seguridad tenían delante de sus ojos la trama del 11-M y que no supieron -o no quisieron- verla.

Las absurdas explicaciones de Interior requieren la comparecencia en el Congreso no sólo de Zouhier y Trashorras sino de los jefes de la UCO, de García Rodríguez y todos los responsables de esta increíble cadena de omisiones y errores, mucho más relevantes que los asuntos que han ocupado en los últimos días el tiempo de los diputados de la comisión.

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