19.2.07
COMENTARIOS LIBERALES Los electorados FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
19-02-07
COMENTARIOS LIBERALES
Los electorados
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Una de las diferencias esenciales entre la izquierda y la derecha sociológicas desde la Transición es que la primera suele ser incondicional con respecto a sus siglas en cuanto a la propaganda mientras que la derecha tiende a ser escéptica con respecto a la política en general y a sus líderes en particular.
Ahí están, en UCD, AP, PDP, UL, CDS y PP, los cambios de siglas. Ahí están Suárez, Fraga, Calvo Sotelo, Landelino Lavilla, Herrero de Miñón, Hernández Mancha, José María Aznar y Mariano Rajoy, sin olvidar que Fraga, fiel representante de su proteica base social, se refunda varias veces: con la AP de los Siete magníficos en 1977; con Areilza y Osorio en el 79; con la AP renovada en 1982, aliado con el PDP y la UL en 1986, y que, tras el naufragio, otorga testamento de ida y vuelta tres veces: Herrero de Miñón, Hernández Mancha y Aznar. Varias veces se funda también el suarismo: con la coalición UCD (77), con el partido UCD (79), con el CDS (82, 86). Y eso, sin recordar siquiera la operación Roca de 1986. Bajo ese lío de siglas y liderazgos, hay una base social que se mantiene fiel a cinco principios: España, familia, libertad, propiedad y cristianismo, entendido bien como fe y moral por los creyentes, bien como referencia histórica y ética por los no creyentes.
La izquierda, por encima de la división clásica y de las divisiones internas entre socialistas y comunistas, ha tendido siempre a unirse bajo unas siglas mayoritarias, sea por traslación del voto radical al moderado (1982-89), sea por radicalización del socialista para engullir al más extremista (de 2002 a la actualidad). Aunque en los años de UCD y en los finales del felipismo, el PCE, es decir, la izquierda antifranquista real, consiguió evitar su fagocitación por el PSOE haciendo pinza con la derecha de Suárez o Aznar, la radicalización izquierdista del PSOE y su alianza con los separatistas ha convertido al PCE en una alternativa inexistente.
¿Qué le importa esto a la derecha? Mucho. La oposición tradicional izquierda-derecha ha cambiado de bases ideológicas, nacionales y partidistas, de forma que la plataforma ideológica de la derecha debería reformularse en torno a algo que en la Transición estaba claro y que, en el fondo, constituyó el gran éxito de la derecha: la oposición de un modelo social de España, que era reformista y se identificaba como occidental, liberal y democrático, frente al modelo rupturista de la izquierda, al que se asociaba según tradición secular el separatismo conservador y occidental (PNV, CiU).
La derecha ganó porque se identificó con los deseos y necesidades de la mayoría y estableció claramente el terreno de juego ideológico. La izquierda ha roto el modelo y el terreno ideológico. Sin disputárselos palmo a palmo, la derecha perderá su electorado y su condición nacional. Y se perderá.
Ahí están, en UCD, AP, PDP, UL, CDS y PP, los cambios de siglas. Ahí están Suárez, Fraga, Calvo Sotelo, Landelino Lavilla, Herrero de Miñón, Hernández Mancha, José María Aznar y Mariano Rajoy, sin olvidar que Fraga, fiel representante de su proteica base social, se refunda varias veces: con la AP de los Siete magníficos en 1977; con Areilza y Osorio en el 79; con la AP renovada en 1982, aliado con el PDP y la UL en 1986, y que, tras el naufragio, otorga testamento de ida y vuelta tres veces: Herrero de Miñón, Hernández Mancha y Aznar. Varias veces se funda también el suarismo: con la coalición UCD (77), con el partido UCD (79), con el CDS (82, 86). Y eso, sin recordar siquiera la operación Roca de 1986. Bajo ese lío de siglas y liderazgos, hay una base social que se mantiene fiel a cinco principios: España, familia, libertad, propiedad y cristianismo, entendido bien como fe y moral por los creyentes, bien como referencia histórica y ética por los no creyentes.
La izquierda, por encima de la división clásica y de las divisiones internas entre socialistas y comunistas, ha tendido siempre a unirse bajo unas siglas mayoritarias, sea por traslación del voto radical al moderado (1982-89), sea por radicalización del socialista para engullir al más extremista (de 2002 a la actualidad). Aunque en los años de UCD y en los finales del felipismo, el PCE, es decir, la izquierda antifranquista real, consiguió evitar su fagocitación por el PSOE haciendo pinza con la derecha de Suárez o Aznar, la radicalización izquierdista del PSOE y su alianza con los separatistas ha convertido al PCE en una alternativa inexistente.
¿Qué le importa esto a la derecha? Mucho. La oposición tradicional izquierda-derecha ha cambiado de bases ideológicas, nacionales y partidistas, de forma que la plataforma ideológica de la derecha debería reformularse en torno a algo que en la Transición estaba claro y que, en el fondo, constituyó el gran éxito de la derecha: la oposición de un modelo social de España, que era reformista y se identificaba como occidental, liberal y democrático, frente al modelo rupturista de la izquierda, al que se asociaba según tradición secular el separatismo conservador y occidental (PNV, CiU).
La derecha ganó porque se identificó con los deseos y necesidades de la mayoría y estableció claramente el terreno de juego ideológico. La izquierda ha roto el modelo y el terreno ideológico. Sin disputárselos palmo a palmo, la derecha perderá su electorado y su condición nacional. Y se perderá.
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