30.1.07
COMENTARIOS LIBERALES Traición a ciegas FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
30-01-07
COMENTARIOS LIBERALES
Traición a ciegas
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Pocos episodios ilustran mejor la verdadera naturaleza del famoso proceso de paz entre Zapatero y ETA que el de sus embajadores en el infierno tratando de identificar en sábanas de fotos de decenas, tal vez centenares, de terroristas huídos al simpático diablillo que sustituyó a 'Ternera' en la última de las abluciones pacifistas. Fue inmediatamente antes del bombazo de Barajas y el cambio de interlocutores consolidó en el Gobierno la idea de que el proceso avanzaba sin novedad.
Todas las instancias con alguna relevancia o experiencia, fueran favorables, tibias o adversas al diálogo con los asesinos manifestaban su convicción de que, en cualquier momento, los etarras podrían volver a hacer lo que mejor saben, que es matar al prójimo para acercarse a la conquista del poder. Desde las declaraciones de Montero hasta el mensaje del Rey en Nochebuena no hubo sabio o bien informado, diletante o transeúnte por la historia pasada y actual de ETA que no barruntase o anunciase el atentado. Sólo Zapatero, pese a tener más datos que los demás, sospechaba menos, por la humanísima razón de que no se lo creía. Como decía el Aristóteles de la copla: «No me lo cuentes, vecina, / que no me quiero enterar».
Así se produjo la bochornosa situación de proclamar muy campanudo que en 2006 todo había ido bien con ETA y que en el 2007 todo iría aún mejor. Y en ese momento, la furgoneta bomba estaba a punto de aparcar en Barajas.
Y es que hasta para el ejercicio de la alta traición hace falta orden y método, si es que se quiere evitar el peligro de consolidar lo que se quiere derruir. Imagínense al traidor Vellido Dolfos apuñalando a doña Urraca en Zamora creyendo que era el Rey: «¡Huy, perdone su alteza! ¡Como es tan alta!». O que Beltrán de Duguesclin, cuando Pedro el Cruel y su hermano ruedan por el suelo con los puñales, pone encima a Pedro mientras declama: «Ni quito ni pongo Rey, pero ayudo a mi señor». El Trastámara apuñalado se habría ido al otro barrio diciendo: «¡Imbécil, tu señor soy yo! ¡Además de traidor, eres im... bé..cil...».
Me imagino a Eguiguren y Moscoso discutiendo mientras un guardia pasa páginas del Libro de Oro de los pacifistas más buscados: «¿Y dices que te suena de algo?». «Sí, sí. Yo creo que lo he visto en una película de cine español». «No me jorobes, ¿cómo va hacer películas un etarra en busca y captura?». «A lo mejor, como se llevan tan bien con los etarras lo metieron en alguna para un cameo». «Que no, hombre, que no, ¡cómo vamos a estar financiando a ETA con el dinero del cine!». «Pues sale de la misma caja que el dinero para que los visiten en la cárcel, ¿no?». «¡A ver si tú también te vas a pasar al enemigo! ¡Pareces de la AVT!».
Y en ese momento, para suavemente en la puerta la limusina con cristales negros de Pilar Bardem.
Todas las instancias con alguna relevancia o experiencia, fueran favorables, tibias o adversas al diálogo con los asesinos manifestaban su convicción de que, en cualquier momento, los etarras podrían volver a hacer lo que mejor saben, que es matar al prójimo para acercarse a la conquista del poder. Desde las declaraciones de Montero hasta el mensaje del Rey en Nochebuena no hubo sabio o bien informado, diletante o transeúnte por la historia pasada y actual de ETA que no barruntase o anunciase el atentado. Sólo Zapatero, pese a tener más datos que los demás, sospechaba menos, por la humanísima razón de que no se lo creía. Como decía el Aristóteles de la copla: «No me lo cuentes, vecina, / que no me quiero enterar».
Así se produjo la bochornosa situación de proclamar muy campanudo que en 2006 todo había ido bien con ETA y que en el 2007 todo iría aún mejor. Y en ese momento, la furgoneta bomba estaba a punto de aparcar en Barajas.
Y es que hasta para el ejercicio de la alta traición hace falta orden y método, si es que se quiere evitar el peligro de consolidar lo que se quiere derruir. Imagínense al traidor Vellido Dolfos apuñalando a doña Urraca en Zamora creyendo que era el Rey: «¡Huy, perdone su alteza! ¡Como es tan alta!». O que Beltrán de Duguesclin, cuando Pedro el Cruel y su hermano ruedan por el suelo con los puñales, pone encima a Pedro mientras declama: «Ni quito ni pongo Rey, pero ayudo a mi señor». El Trastámara apuñalado se habría ido al otro barrio diciendo: «¡Imbécil, tu señor soy yo! ¡Además de traidor, eres im... bé..cil...».
Me imagino a Eguiguren y Moscoso discutiendo mientras un guardia pasa páginas del Libro de Oro de los pacifistas más buscados: «¿Y dices que te suena de algo?». «Sí, sí. Yo creo que lo he visto en una película de cine español». «No me jorobes, ¿cómo va hacer películas un etarra en busca y captura?». «A lo mejor, como se llevan tan bien con los etarras lo metieron en alguna para un cameo». «Que no, hombre, que no, ¡cómo vamos a estar financiando a ETA con el dinero del cine!». «Pues sale de la misma caja que el dinero para que los visiten en la cárcel, ¿no?». «¡A ver si tú también te vas a pasar al enemigo! ¡Pareces de la AVT!».
Y en ese momento, para suavemente en la puerta la limusina con cristales negros de Pilar Bardem.
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