24.1.07
COMENTARIOS LIBERALES Confirmar las dudas FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
24-01-07
COMENTARIOS LIBERALES
Confirmar las dudas
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
La decisión del tribunal que ha de juzgar el 11-M ordenando que se haga el análisis de los explosivos y admitiendo como testigos a tres etarras relacionados con los islamistas -entre ellos los dos detenidos en Cañaveras con la caravana de la muerte paralela a la moroastur-, ha supuesto una conmoción en la opinión pública que no quiere caerse del guindo, pero no ha devuelto a quienes se cayeron hace tiempo su confianza en la Administración de Justicia.
Aunque el tribunal dice, y es comprensible, que quiere «despejar las dudas» sobre la naturaleza de los explosivos, la verdad es que, de momento, lo único que ha hecho es confirmarlas. No es poco, pero, en rigor, es lo mínimo que debía hacer para evitar la terrorífica evidencia de que todo el juicio del 11-M es una farsa siniestra, un embeleco, una versión del cervantino Retablo de las Maravillas, pero cuyo texto, ay, no lo ha escrito el Manco de Lepanto, sino el Ogro de Navidad, un señor que desconoce la lengua española, desde la sintaxis a la semántica. Y si creemos al pensador francés que comparaba la ética con la sintaxis, tampoco la ética.
Hay tres puntos negros en el restario, que no sumario, del juez Del Olmo. El más escandaloso, sin duda, es admitir que no se hiciera un análisis científico del arma del crimen, que son los explosivos de los trenes. Sólo por esa negligencia contumaz debería ser apartado de los tribunales para siempre, lo mismo que la fiscal Sánchez Valeyá, capaz de mentir en público diciendo que lo que estalló en los trenes era Goma 2 ECO. Ella sabía, como Del Olmo, que Manzano había confesado que nunca envió a analizar las muestras de los explosivos halladas en los trenes de la muerte adonde legalmente debía: el laboratorio de la Policía Científica. La primera decisión, por tanto, del Tribunal ha sido rectificar el sumario, aunque ya veremos qué ha hecho Manzano con la chatarra.
Lo de los etarras, que supone reconocer la relevancia de lo publicado en su día por Fernando Múgica sobre el imposible paralelismo casual de las dos furgonetas de la muerte, camino del mismo sitio y con el mismo propósito, es también una rectificación en la desprestigiada Versión Oficial, que no se sostiene por ninguna parte.
Pero diríase que el valor se le ha agotado al tribunal al no admitir lo establecido por la juez Gallego en el Caso del bórico, que nos sumerge de lleno en la gran cuestión: la existencia de una trama policial con complicidades judiciales que ha tratado y trata de obstaculizar la acción de la Justicia por todos los medios. Habrá que esperar al desarrollo del juicio, pero ojo: el tribunal, de momento, sólo ha lavado la cara de la Justicia, cuando lo que necesita este hombre elefante sin talento ni corazón, es cirugía. O mejor: trasplante.
Aunque el tribunal dice, y es comprensible, que quiere «despejar las dudas» sobre la naturaleza de los explosivos, la verdad es que, de momento, lo único que ha hecho es confirmarlas. No es poco, pero, en rigor, es lo mínimo que debía hacer para evitar la terrorífica evidencia de que todo el juicio del 11-M es una farsa siniestra, un embeleco, una versión del cervantino Retablo de las Maravillas, pero cuyo texto, ay, no lo ha escrito el Manco de Lepanto, sino el Ogro de Navidad, un señor que desconoce la lengua española, desde la sintaxis a la semántica. Y si creemos al pensador francés que comparaba la ética con la sintaxis, tampoco la ética.
Hay tres puntos negros en el restario, que no sumario, del juez Del Olmo. El más escandaloso, sin duda, es admitir que no se hiciera un análisis científico del arma del crimen, que son los explosivos de los trenes. Sólo por esa negligencia contumaz debería ser apartado de los tribunales para siempre, lo mismo que la fiscal Sánchez Valeyá, capaz de mentir en público diciendo que lo que estalló en los trenes era Goma 2 ECO. Ella sabía, como Del Olmo, que Manzano había confesado que nunca envió a analizar las muestras de los explosivos halladas en los trenes de la muerte adonde legalmente debía: el laboratorio de la Policía Científica. La primera decisión, por tanto, del Tribunal ha sido rectificar el sumario, aunque ya veremos qué ha hecho Manzano con la chatarra.
Lo de los etarras, que supone reconocer la relevancia de lo publicado en su día por Fernando Múgica sobre el imposible paralelismo casual de las dos furgonetas de la muerte, camino del mismo sitio y con el mismo propósito, es también una rectificación en la desprestigiada Versión Oficial, que no se sostiene por ninguna parte.
Pero diríase que el valor se le ha agotado al tribunal al no admitir lo establecido por la juez Gallego en el Caso del bórico, que nos sumerge de lleno en la gran cuestión: la existencia de una trama policial con complicidades judiciales que ha tratado y trata de obstaculizar la acción de la Justicia por todos los medios. Habrá que esperar al desarrollo del juicio, pero ojo: el tribunal, de momento, sólo ha lavado la cara de la Justicia, cuando lo que necesita este hombre elefante sin talento ni corazón, es cirugía. O mejor: trasplante.