8.1.07
COMENTARIOS LIBERALES Los escombros de ZP FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
08-01-07
COMENTARIOS LIBERALES
Los escombros de ZP
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
No sé si la voladura de ese crimen llamado diálogo, negociación o, simplemente, rendición ante la banda etarra le pasará factura al PSOE en las urnas o reducirá -qué menos- su intención de voto. La experiencia no alienta el optimismo, aunque las encuestas publicadas mostrasen que la inmensa mayoría de los españoles considera algo más que un tremendo error el llamado proceso de paz. Todos decían condenar en las encuestas la corrupción generalizada en los últimos años de González, pero, a la hora de la verdad, le dieron una cómoda victoria en el 93 y casi vuelven a dársela en el 96.
La izquierda política es más alérgica que nunca al patriotismo español, pero a cambio cultiva con fervor el patriotismo de partido, eso que el vulgo alfabetizado solía llamar sectarismo. Y como Zapatero tiene más medios de comunicación y más poderosos que los que tenía González, no hay que descartar una reconciliación entre el líder y su secta.
Sin embargo, los escombros y los muertos dejados por ETA en Barajas son algo más que una metáfora, y sería gravísimo que entre los medios de comunicación y los políticos convenciéramos a la ciudadanía de que basta con volver al Pacto Antiterrorista para cancelar las terribles hipotecas contraídas por el irresponsable inquilino monclovita. El rendido diálogo de ZP con ETA era sólo la punta del iceberg del cambio de régimen, de la liquidación de la legitimidad democrática nacida de la Transición, de la resurrección de la Guerra Civil y, al modo de la II República española o el México del PRI, del disfrute perpetuo del poder por izquierdistas y nacionalistas.
Ese proyecto es anterior al 11-M y al presidente por accidente -recuérdese el Pacto del Tinell o el de Perpiñán- y va más allá del apaño con los terroristas. Incluso si el PSOE llegara a la conclusión de que su relación política con ETA, mucho más cordial que la mantenida con el PP en esta legislatura, le resulta perjudicial, es difícil que renuncie a lo que, en definitiva, es un proyecto de poder prácticamente ilimitado.
Del mismo modo que el error de ZP no está en cómo ha negociado con la ETA, sino en el hecho de negociar, los escombros institucionales que deja el proceso son aún más estremecedores que los de Barajas. Ni el Rey ni el Gobierno, ni la Fiscalía ni la Judicatura, ni los guardias civiles ni la Policía, ni tantos periodistas y tantos medios de comunicación salen ilesos de esta tregua trampa que nos tendieron a medias la progresía y los terroristas.
Zapatero se ha pringado, sí, pero lo ha pringado casi todo. Y aunque las instituciones recuperen sus funciones, estarán construyendo sobre los escombros, que es la peor forma de construir. La Nación y la Constitución, o sea, los cimientos han volado.
La izquierda política es más alérgica que nunca al patriotismo español, pero a cambio cultiva con fervor el patriotismo de partido, eso que el vulgo alfabetizado solía llamar sectarismo. Y como Zapatero tiene más medios de comunicación y más poderosos que los que tenía González, no hay que descartar una reconciliación entre el líder y su secta.
Sin embargo, los escombros y los muertos dejados por ETA en Barajas son algo más que una metáfora, y sería gravísimo que entre los medios de comunicación y los políticos convenciéramos a la ciudadanía de que basta con volver al Pacto Antiterrorista para cancelar las terribles hipotecas contraídas por el irresponsable inquilino monclovita. El rendido diálogo de ZP con ETA era sólo la punta del iceberg del cambio de régimen, de la liquidación de la legitimidad democrática nacida de la Transición, de la resurrección de la Guerra Civil y, al modo de la II República española o el México del PRI, del disfrute perpetuo del poder por izquierdistas y nacionalistas.
Ese proyecto es anterior al 11-M y al presidente por accidente -recuérdese el Pacto del Tinell o el de Perpiñán- y va más allá del apaño con los terroristas. Incluso si el PSOE llegara a la conclusión de que su relación política con ETA, mucho más cordial que la mantenida con el PP en esta legislatura, le resulta perjudicial, es difícil que renuncie a lo que, en definitiva, es un proyecto de poder prácticamente ilimitado.
Del mismo modo que el error de ZP no está en cómo ha negociado con la ETA, sino en el hecho de negociar, los escombros institucionales que deja el proceso son aún más estremecedores que los de Barajas. Ni el Rey ni el Gobierno, ni la Fiscalía ni la Judicatura, ni los guardias civiles ni la Policía, ni tantos periodistas y tantos medios de comunicación salen ilesos de esta tregua trampa que nos tendieron a medias la progresía y los terroristas.
Zapatero se ha pringado, sí, pero lo ha pringado casi todo. Y aunque las instituciones recuperen sus funciones, estarán construyendo sobre los escombros, que es la peor forma de construir. La Nación y la Constitución, o sea, los cimientos han volado.