23.6.06
Hemos cambiado
23-06-06
AL ABORDAJE
Hemos cambiado
DAVID GISTAU
Mucho se ha hablado en estos días de la extinción de lo que se dio en llamar el espíritu de Ermua. Y que no fue sino la superación de cierta pereza civil ante los crímenes de ETA -cuando no del pasotismo de quien no se siente amenazado- que siempre se justificó con el «Algo habrá hecho» que a José María Calleja le sirvió de título para un libro muy duro con nuestra conciencia colectiva. Miguel Angel Blanco podía ser cualquiera de nosotros y además representaba una inocencia imposible de manchar. Por lo que ante su atroz asesinato por goteo no quedaba sino pintarse por fin las manos de blanco y relegar los tiempos de los entierros casi clandestinos y de las soledades de las víctimas, cuando a ETA aún la beneficiaban ciertos prestigios heredados de los complejos postfranquistas que impedían enfrentarla desde un frente común en el que estuvieran implicados todos los estamentos sociales. Hasta los cantautores y la farándula, siempre tan reticentes a movilizarse por un guardia reventado por un bombazo como lo hicieron, por ejemplo, por los árboles del paseo del Prado.
Habrá que revisar la creencia de que los terroristas de ETA, a quienes nos gusta ver como a unos cabestros taliboinas, carecen de sutileza estratégica. Porque el alto el fuego les habrá servido para destruir la fuerza común que fue levantada en aquella jornada de julio y para devolvernos a posiciones sociales y políticas anteriores a Ermua. Sin renunciar a una sola de sus revindicaciones, sin ceder un solo centímetro de su determinación rocosa y sin ni siquiera interrumpir la actividad delictiva, ya han conseguido que volvamos a reñir entre nosotros, que todas las resoluciones anti-terroristas deambulen al pairo, perdido el anclaje de todos esos principios que el espíritu de Ermua creyó definitivos.
Nos ofrecen paz como si nos hicieran un favor en vez de someternos a una extorsión bajo amenaza y al hacerlo, utilizando la hartura de una sociedad dispuesta a buscar atajos no forzosamente dignos en vez de a resistir un poco más, juegan con nosotros y con nuestras tensiones para lograr que nos autodestruyamos. Y lo consiguen. De otra forma no se explica que, apenas unos años después de Miguel Angel Blanco y a este lado del cristal que nos separa de Txapote, haya quien intente desprestigiar con acusaciones de vedetismo a un juez empeñado en hacer cumplir la ley sin reparar en si estorba a la política. Y que haya quien use las manos, no para pintárselas de blanco, sino para entregar rosas a elementos del entorno de ETA. Y que haya incluso, si la investigación lo confirma, chivatos entre una policía tan vendida al amo de turno como para haber manipulado por añadidura esa célebre verificación para la que ni existe la extorsión nunca interrumpida.
Ellos son los hijoputas de siempre. Hemos cambiado nosotros, a su voluntad.
Habrá que revisar la creencia de que los terroristas de ETA, a quienes nos gusta ver como a unos cabestros taliboinas, carecen de sutileza estratégica. Porque el alto el fuego les habrá servido para destruir la fuerza común que fue levantada en aquella jornada de julio y para devolvernos a posiciones sociales y políticas anteriores a Ermua. Sin renunciar a una sola de sus revindicaciones, sin ceder un solo centímetro de su determinación rocosa y sin ni siquiera interrumpir la actividad delictiva, ya han conseguido que volvamos a reñir entre nosotros, que todas las resoluciones anti-terroristas deambulen al pairo, perdido el anclaje de todos esos principios que el espíritu de Ermua creyó definitivos.
Nos ofrecen paz como si nos hicieran un favor en vez de someternos a una extorsión bajo amenaza y al hacerlo, utilizando la hartura de una sociedad dispuesta a buscar atajos no forzosamente dignos en vez de a resistir un poco más, juegan con nosotros y con nuestras tensiones para lograr que nos autodestruyamos. Y lo consiguen. De otra forma no se explica que, apenas unos años después de Miguel Angel Blanco y a este lado del cristal que nos separa de Txapote, haya quien intente desprestigiar con acusaciones de vedetismo a un juez empeñado en hacer cumplir la ley sin reparar en si estorba a la política. Y que haya quien use las manos, no para pintárselas de blanco, sino para entregar rosas a elementos del entorno de ETA. Y que haya incluso, si la investigación lo confirma, chivatos entre una policía tan vendida al amo de turno como para haber manipulado por añadidura esa célebre verificación para la que ni existe la extorsión nunca interrumpida.
Ellos son los hijoputas de siempre. Hemos cambiado nosotros, a su voluntad.