22.2.07
COMENTARIOS LIBERALES 'Bermejinski' FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
22-02-07
COMENTARIOS LIBERALES
'Bermejinski'
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Si yo creyera en la criminalidad hereditaria, en la vigencia de Lombroso o en la fatalidad totalitaria de ciertos partidos políticos, estaría convencido de que el nuevo ministro de Justicia, Fernández Bermejo, cariñosamente conocido como Bermejinski, tiene como fines esenciales de su tarea la implantación del terror contra la oposición y la reinstauración de la checa como mecanismo básico de administración de Justicia. Bermejinski sería así un epígono de Derzhinski, el comunista polaco al que encargó Lenin la creación y puesta en marcha de la Vétcheka, máquina de terror totalitario a cuyo lado el invento del doctor Guillotin era una forma amabilísima de hacer política.
Pero si bien en ciertas siglas anida el terror del mismo modo que junto al poder anida el Mal, la Historia del siglo XX demuestra que nada es irreversible en política si la voluntad humana se convence y acierta a adaptarse a las viejas necesidades o a las nuevas circunstancias de la gente. La socialdemocracia, desde Bad Godesberg, mostró que puede evolucionarse del marxismo ortodoxo de Bernstein y Kautski a una izquierda defensora leal de la civilización occidental. Quizás Helmut Schmidt fue en el poder su ejemplo último, aunque en la oposición fuera un demagogo progre y la caída del Muro archivara sus hazañas, como el despliegue militar contra la URSS (y la Stasi) de los Pershing 2, último valladar americano en territorio europeo. Tampoco fue negativa la evolución en Italia del PCI de Berlinguer, defendiendo a la OTAN frente a la URSS como garantía de que su proyecto socialista no caería jamás en la dictadura de la checa.
Por tanto, creo que un socialista o un comunista honrado puede y suele evolucionar hacia fórmulas liberales o, al menos, de respeto al Estado de Derecho. El liberalismo del siglo XX proviene esencialmente de la izquierda, de los que creyeron que el marxismo podía aliviar las penas de la pobreza hasta que la realidad demostró justo lo contrario. En el felipismo sucio hubo ministros limpios: en Justicia, contra ETA, Enrique Múgica; en Interior, Antoni Asunción.
O sea, que Bermejinski no tiene un ADN fatalmente chequista; su padre era jefe local del Movimiento, evolucionó a la derecha democrática y militó hasta su muerte en el PP de Aznar. Bermejo no luchó, pues, contra los papás de los del PP sino acaso contra el suyo. Y se ha estrenado en el Parlamento contra el PP, que criticaba su sectarismo radical y ha dicho que los populares «puede que pronto tengan pruebas de su radicalidad». Si eso no es amenazar con la checa, lo parece. Como prueba de talante, impagable. Pero si ha caído el Muro y se ha medio convertido Rusia, ¿no podría Bermejinski evolucionar o, al menos, disimular? Casi no le pedimos más.
Pero si bien en ciertas siglas anida el terror del mismo modo que junto al poder anida el Mal, la Historia del siglo XX demuestra que nada es irreversible en política si la voluntad humana se convence y acierta a adaptarse a las viejas necesidades o a las nuevas circunstancias de la gente. La socialdemocracia, desde Bad Godesberg, mostró que puede evolucionarse del marxismo ortodoxo de Bernstein y Kautski a una izquierda defensora leal de la civilización occidental. Quizás Helmut Schmidt fue en el poder su ejemplo último, aunque en la oposición fuera un demagogo progre y la caída del Muro archivara sus hazañas, como el despliegue militar contra la URSS (y la Stasi) de los Pershing 2, último valladar americano en territorio europeo. Tampoco fue negativa la evolución en Italia del PCI de Berlinguer, defendiendo a la OTAN frente a la URSS como garantía de que su proyecto socialista no caería jamás en la dictadura de la checa.
Por tanto, creo que un socialista o un comunista honrado puede y suele evolucionar hacia fórmulas liberales o, al menos, de respeto al Estado de Derecho. El liberalismo del siglo XX proviene esencialmente de la izquierda, de los que creyeron que el marxismo podía aliviar las penas de la pobreza hasta que la realidad demostró justo lo contrario. En el felipismo sucio hubo ministros limpios: en Justicia, contra ETA, Enrique Múgica; en Interior, Antoni Asunción.
O sea, que Bermejinski no tiene un ADN fatalmente chequista; su padre era jefe local del Movimiento, evolucionó a la derecha democrática y militó hasta su muerte en el PP de Aznar. Bermejo no luchó, pues, contra los papás de los del PP sino acaso contra el suyo. Y se ha estrenado en el Parlamento contra el PP, que criticaba su sectarismo radical y ha dicho que los populares «puede que pronto tengan pruebas de su radicalidad». Si eso no es amenazar con la checa, lo parece. Como prueba de talante, impagable. Pero si ha caído el Muro y se ha medio convertido Rusia, ¿no podría Bermejinski evolucionar o, al menos, disimular? Casi no le pedimos más.
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