23.6.06
La verdad de Zapatero: un presidente débil y cobarde que gobierna a merced del chantaje de ETA
DOS PALABRAS
La verdad de Zapatero: un presidente débil y cobarde que gobierna a merced del chantaje de ETA
@Federico Quevedo
Viernes, 23 de junio de 2006
Resultan patéticos los esfuerzos de los distintos dirigentes socialistas por intentar convencer a la opinión pública de la inactividad de ETA y de la buena fé de los terroristas, después de que esta semana la actitud de Txapote y Amaia en el juicio por el vil asesinato de Miguel Ángel Blanco evidenciara que ni se arrepienten ni tienen intención alguna de abandonar la lucha armada para conseguir sus objetivos, después de que la policía -por orden de los jueces Marlaska y Le Vert- desactivara el aparato de extorsión de ETA que seguía funcionando como si aquí no pasara nada, y después de que la propia ETA emitiera el miércoles un comunicado amenazante en el que exige al Gobierno que cumpla los compromisos adquiridos con la pandilla de canallas y cese lo que ellos llaman represión, que no es otra cosa que la actuación del Estado de Derecho al que Rodríguez todavía no ha conseguido doblegar, aunque le falta poco para hacerlo, a la luz de cómo desde el Gobierno se busca sojuzgar a los jueces y se pervierte la Ley y el Estado de Derecho.
Si Rodríguez no hace una declaración pública inequívoca en el sentido de que no hay ningún compromiso previo con ETA, que no va a pagar ninguna clase de precio político por la paz, que lo único que espera de ETA es que se disuelva y desaparezca y que no habrá ninguna clase de diálogo o negociación con la pandilla de canallas y su entorno hasta que el Gobierno no verifique completamente que la mafia asesina se rinde a la Justicia, no estará legitimado para seguir gobernando, porque ningún presidente del Gobierno puede ejercer el poder sobre la base de la sospecha de que lo hace condicionado por un pacto-acuerdo-compromiso previo con una banda terrorista, ni puede hacerlo desde una actitud débil y cobarde ante el chantaje asesino, que no es otro que la carta que ETA se guarda en la manga por si esos compromisos no se cumplen: volver a matar. Y eso atemoriza a Rodríguez porque sabe que si ETA mata, su ambición de poder no se verá colmada.
Y no me digan que hay que darle a Rodríguez la misma oportunidad que se le dio a sus predecesores, porque tal afirmación resulta ya irrisoria. Aquí, ni Adolfo Suárez, ni Felipe González, ni José María Aznar cedieron nunca al chantaje, ni se dejaron doblegar por las amenazas de la banda. Al contrario, buscaron su desaparición –en algunos casos por caminos incorrectos-, y aguantaron el tipo cuando los asesinos quisieron ponerles contra las cuerdas, como ocurrió con el secuestro de Miguel Ángel Blanco. Si Aznar hubiera cedido, a lo mejor hoy el concejal de Ermua podría contarlo, pero a cambio de la libertad de todos. Un presidente del Gobierno está obligado a ser fuerte, a ser valiente, y si no es capaz de enfrentarse con firmeza a la amenaza, lo mejor que puede hacer es dimitir y dar paso a alguien capaz de mirar a ETA como lo que es, una banda de asesinos con la que no hay nada que negociar, y no como iguales a los que otorgar concesiones a cambio de que nos perdonen la vida, que es lo que ha hecho Rodríguez y ha quedado de manifiesto en el último comunicado de la pandilla de canallas.
¿A qué chantaje está cediendo Rodríguez? ¿Qué es lo que sabe ETA que no sabemos el resto de españoles? ¿Por qué hace esa mención a los GAL y al 11-M en su último comunicado y por qué dice que Aznar y el PP perdieron las elecciones por haber hecho creer que la banda asesina era la autora de la masacre? Es curioso el modo en que la pandilla de canallas señala a Aznar y al PP como su ‘bestia negra’, y da que pensar el saber quién o quiénes fueron los principales beneficiarios de aquellos atentados brutales, sin los cuales el PP seguiría gobernando y, quién sabe, a lo mejor a estas alturas ETA sería historia. Ya he dicho alguna vez que siempre he creído que ETA era un colaborador necesario en los atentados, y que me sorprende el modo en que los servicios de información del Estado han ocultado al juez Del Olmo pruebas concluyentes sobre la vinculación de la pandilla de canallas en la preparación de la masacre, haciendo creer desde meses atrás al Gobierno del PP que ellos estaban dispuestos a cometer un atentado de esas características. No, algunos no somos gilipollas por mucho que Rodríguez y ETA quieran tratarnos como tales. Algunos seguimos creyendo que la sinrazón de esa pandilla de canallas era perfectamente capaz de planificar y gestar esos atentados con el único objetivo de expulsar al PP del poder, y hacerlo con la colaboración inexcusable de algunos que antaño lucharon contra ETA con métodos igualmente al margen de la Ley y del Estado de Derecho.
¿A quién quiere engañar Rodríguez? ¿A los españoles? ¿A la propia ETA? ¿Y cuál va a ser el coste de ese engaño? Porque si es a los primeros, el coste en términos de claudicación y concesión a los terroristas de la totalidad de sus objetivos parece inasumible por un país que ha venido caminando sobre la senda del consenso y la firmeza para hacer frente a los enemigos de la democracia y la libertad. Pero si es a los segundos, menos asumible es todavía el coste en vidas humanas que nos propone la vuelta a un escenario de sangre, dolor y muerte como el que se produciría si la banda de asesinos se siente traicionada en los compromisos a los que ha llegado con el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero. Ese es el escenario que se abre tras la actitud débil y cobarde de nuestro presidente, sometido al chantaje terrorista, manejado por los asesinos a su antojo, dominado por la agenda que le marca la pandilla de canallas, sojuzgado por quienes se sienten orgullosos del reguero de sangre que han dejado durante cuarenta años sobre el suelo de nuestra aspiración colectiva de libertad.
Si Rodríguez no da un puñetazo en la mesa y envía a ETA esa señal inequívoca de que la Democracia solo puede aceptar su rendición incondicional –para lo cual tendrá el apoyo de más de veinte millones de votantes-, insisto en que no está legitimado para seguir ostentando la Presidencia del Gobierno. Alguien en su partido debería empezar a pensar en tomar las riendas y ofrecer un amplio consenso a la oposición para, juntos, enderezar todo lo que este ‘iluminado’ ha retorcido desde su ambición totalitaria de poder. Porque, perdónenme, si no hay chantaje ni compromisos previos, y Rodríguez sigue cumpliendo las exigencias de ETA, entonces tengo que pensar que ha perdido la razón. Y el PP estará obligado, a la vuelta del verano –ahora ya no da tiempo-, a presentarle una moción de censura, aunque no la gane, con el fin de debilitar la ya de por sí frágil estructura de poder que sustenta a Rodríguez y obligarle a adelantar lo más posible las elecciones generales. En Europa se mira a España con enorme preocupación. Tienen razones para ello, porque el riesgo de fractura del país, de proceso de balcanización, es cada vez más angustioso y urge ponerle freno.
Si Rodríguez no hace una declaración pública inequívoca en el sentido de que no hay ningún compromiso previo con ETA, que no va a pagar ninguna clase de precio político por la paz, que lo único que espera de ETA es que se disuelva y desaparezca y que no habrá ninguna clase de diálogo o negociación con la pandilla de canallas y su entorno hasta que el Gobierno no verifique completamente que la mafia asesina se rinde a la Justicia, no estará legitimado para seguir gobernando, porque ningún presidente del Gobierno puede ejercer el poder sobre la base de la sospecha de que lo hace condicionado por un pacto-acuerdo-compromiso previo con una banda terrorista, ni puede hacerlo desde una actitud débil y cobarde ante el chantaje asesino, que no es otro que la carta que ETA se guarda en la manga por si esos compromisos no se cumplen: volver a matar. Y eso atemoriza a Rodríguez porque sabe que si ETA mata, su ambición de poder no se verá colmada.
Y no me digan que hay que darle a Rodríguez la misma oportunidad que se le dio a sus predecesores, porque tal afirmación resulta ya irrisoria. Aquí, ni Adolfo Suárez, ni Felipe González, ni José María Aznar cedieron nunca al chantaje, ni se dejaron doblegar por las amenazas de la banda. Al contrario, buscaron su desaparición –en algunos casos por caminos incorrectos-, y aguantaron el tipo cuando los asesinos quisieron ponerles contra las cuerdas, como ocurrió con el secuestro de Miguel Ángel Blanco. Si Aznar hubiera cedido, a lo mejor hoy el concejal de Ermua podría contarlo, pero a cambio de la libertad de todos. Un presidente del Gobierno está obligado a ser fuerte, a ser valiente, y si no es capaz de enfrentarse con firmeza a la amenaza, lo mejor que puede hacer es dimitir y dar paso a alguien capaz de mirar a ETA como lo que es, una banda de asesinos con la que no hay nada que negociar, y no como iguales a los que otorgar concesiones a cambio de que nos perdonen la vida, que es lo que ha hecho Rodríguez y ha quedado de manifiesto en el último comunicado de la pandilla de canallas.
¿A qué chantaje está cediendo Rodríguez? ¿Qué es lo que sabe ETA que no sabemos el resto de españoles? ¿Por qué hace esa mención a los GAL y al 11-M en su último comunicado y por qué dice que Aznar y el PP perdieron las elecciones por haber hecho creer que la banda asesina era la autora de la masacre? Es curioso el modo en que la pandilla de canallas señala a Aznar y al PP como su ‘bestia negra’, y da que pensar el saber quién o quiénes fueron los principales beneficiarios de aquellos atentados brutales, sin los cuales el PP seguiría gobernando y, quién sabe, a lo mejor a estas alturas ETA sería historia. Ya he dicho alguna vez que siempre he creído que ETA era un colaborador necesario en los atentados, y que me sorprende el modo en que los servicios de información del Estado han ocultado al juez Del Olmo pruebas concluyentes sobre la vinculación de la pandilla de canallas en la preparación de la masacre, haciendo creer desde meses atrás al Gobierno del PP que ellos estaban dispuestos a cometer un atentado de esas características. No, algunos no somos gilipollas por mucho que Rodríguez y ETA quieran tratarnos como tales. Algunos seguimos creyendo que la sinrazón de esa pandilla de canallas era perfectamente capaz de planificar y gestar esos atentados con el único objetivo de expulsar al PP del poder, y hacerlo con la colaboración inexcusable de algunos que antaño lucharon contra ETA con métodos igualmente al margen de la Ley y del Estado de Derecho.
¿A quién quiere engañar Rodríguez? ¿A los españoles? ¿A la propia ETA? ¿Y cuál va a ser el coste de ese engaño? Porque si es a los primeros, el coste en términos de claudicación y concesión a los terroristas de la totalidad de sus objetivos parece inasumible por un país que ha venido caminando sobre la senda del consenso y la firmeza para hacer frente a los enemigos de la democracia y la libertad. Pero si es a los segundos, menos asumible es todavía el coste en vidas humanas que nos propone la vuelta a un escenario de sangre, dolor y muerte como el que se produciría si la banda de asesinos se siente traicionada en los compromisos a los que ha llegado con el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero. Ese es el escenario que se abre tras la actitud débil y cobarde de nuestro presidente, sometido al chantaje terrorista, manejado por los asesinos a su antojo, dominado por la agenda que le marca la pandilla de canallas, sojuzgado por quienes se sienten orgullosos del reguero de sangre que han dejado durante cuarenta años sobre el suelo de nuestra aspiración colectiva de libertad.
Si Rodríguez no da un puñetazo en la mesa y envía a ETA esa señal inequívoca de que la Democracia solo puede aceptar su rendición incondicional –para lo cual tendrá el apoyo de más de veinte millones de votantes-, insisto en que no está legitimado para seguir ostentando la Presidencia del Gobierno. Alguien en su partido debería empezar a pensar en tomar las riendas y ofrecer un amplio consenso a la oposición para, juntos, enderezar todo lo que este ‘iluminado’ ha retorcido desde su ambición totalitaria de poder. Porque, perdónenme, si no hay chantaje ni compromisos previos, y Rodríguez sigue cumpliendo las exigencias de ETA, entonces tengo que pensar que ha perdido la razón. Y el PP estará obligado, a la vuelta del verano –ahora ya no da tiempo-, a presentarle una moción de censura, aunque no la gane, con el fin de debilitar la ya de por sí frágil estructura de poder que sustenta a Rodríguez y obligarle a adelantar lo más posible las elecciones generales. En Europa se mira a España con enorme preocupación. Tienen razones para ello, porque el riesgo de fractura del país, de proceso de balcanización, es cada vez más angustioso y urge ponerle freno.