7.7.06
COMENTARIOS LIBERALES La vergüenza
07-07-06
COMENTARIOS LIBERALES
La vergüenza
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Por desgracia no podemos hablar sólo de vergüenza ajena. La cantidad y calidad de los cargos públicos que se han humillado ante ETA, desde jueces de largo alcance a fiscales de relance, pasando por ministros ministrados y por un presidente del Gobierno tan gobernado como José Luis Rodríguez Zapatero, tanto el Ejecutivo, como el Judicial y el Legislativo se han envilecido irreversiblemente ante los terroristas. Por muy poco, ya que casi la mitad de los diputados y de los votos, amén de jueces y fiscales en no escaso número, se han opuesto a la rendición ante los etarras. Pero el hecho es que aunque no haya hablado en nombre del Estado, porque no puede, Zapatero ha comprometido al Estado y ha puesto de rodillas a la Nación. Eso es irreversible. Ya ha sucedido. El crimen de lesa patria, cometido está.
En las hemerotecas y en las filmotecas quedará también constancia de la protesta de las víctimas del terrorismo, que se sienten, y con razón, traicionadas vilmente por Zapatero y sus secuaces.
Pero el hecho mismo del desprecio, cuando no el odio, a las víctimas del terrorismo que ha demostrado el PRISOE retrata a los responsables de esta liquidación del Estado de Derecho y de esta siniestra y cobarde claudicación nacional. Odian a las víctimas porque son el retrato de su ignominia. Odian a quienes más han padecido el terrorismo porque ellos no están dispuestos a padecer absolutamente nada ni por España ni por la libertad. Tampoco a arriesgar. Zapatero juega con dinero ajeno, con instituciones de otros, con la Historia que otros han hecho y que él se limita a deshacer para edificar con los escombros un túmulo a su memoria.
En una reyerta parlamentaria, Manuel Azaña le dijo una vez a otro diputado enemigo: «Señoría, si usted no se ruboriza, permítame que yo me ruborice por usted». Desgraciadamente, no podemos ruborizarnos voluntariamente por Zapatero, pero es forzoso ponerse rojo y pasar por todas las gamas del rubor, porque la forma de arrastrar a la nación exhibida por los socialistas en esta hora menguada de nuestra Historia nos enfanga a todos.
Nadie puede librarse de esa inmensa mancha que cubre España, o lo que fue España, porque el que más la ensucia es el Gobierno que debería defenderla. Nunca tanto se vendió por tan poco. Nunca gentecilla tan de medio pelo se atrevió a dilapidar tan formidable heredad. Nunca se burló tanto dolor, se despreció tanta dignidad, se malversó tanto valor, se traicionó tanto juramento. Zapatero nos ha metido a todos en el mismo saco de Otegi, como aquel sultán que condenaba a sus enemigos a ser arrojados al río dentro de un saco con una serpiente. En ese trance estamos.
En las hemerotecas y en las filmotecas quedará también constancia de la protesta de las víctimas del terrorismo, que se sienten, y con razón, traicionadas vilmente por Zapatero y sus secuaces.
Pero el hecho mismo del desprecio, cuando no el odio, a las víctimas del terrorismo que ha demostrado el PRISOE retrata a los responsables de esta liquidación del Estado de Derecho y de esta siniestra y cobarde claudicación nacional. Odian a las víctimas porque son el retrato de su ignominia. Odian a quienes más han padecido el terrorismo porque ellos no están dispuestos a padecer absolutamente nada ni por España ni por la libertad. Tampoco a arriesgar. Zapatero juega con dinero ajeno, con instituciones de otros, con la Historia que otros han hecho y que él se limita a deshacer para edificar con los escombros un túmulo a su memoria.
En una reyerta parlamentaria, Manuel Azaña le dijo una vez a otro diputado enemigo: «Señoría, si usted no se ruboriza, permítame que yo me ruborice por usted». Desgraciadamente, no podemos ruborizarnos voluntariamente por Zapatero, pero es forzoso ponerse rojo y pasar por todas las gamas del rubor, porque la forma de arrastrar a la nación exhibida por los socialistas en esta hora menguada de nuestra Historia nos enfanga a todos.
Nadie puede librarse de esa inmensa mancha que cubre España, o lo que fue España, porque el que más la ensucia es el Gobierno que debería defenderla. Nunca tanto se vendió por tan poco. Nunca gentecilla tan de medio pelo se atrevió a dilapidar tan formidable heredad. Nunca se burló tanto dolor, se despreció tanta dignidad, se malversó tanto valor, se traicionó tanto juramento. Zapatero nos ha metido a todos en el mismo saco de Otegi, como aquel sultán que condenaba a sus enemigos a ser arrojados al río dentro de un saco con una serpiente. En ese trance estamos.