Hemeroteca de kickjor

El espíritu de Djerzinsky ha pasado por Madrid, es decir, el espíritu de la Checa se ha mostrado en todo su siniestro esplendor durante el juicio a los tres policías zetápeos acusados de la detención ilegal de dos militantes del PP. Dos personas que no habían hecho nada pero a los que se linchó vilmente en los medios de Polanco (pero no sólo de Polanco) y a los que se detuvo para tapar la trola de Bono cuando se inventó la célebre agresión que nunca existió en la primera manifestación de la AVT. Las checas fueron muchas. Según ha demostrado César Vidal, hubo más de 200 sólo en Madrid, donde todos los partidos del Frente Popular y asimilados (hasta el PNV tuvo dos, adelantándose así heroicamente al comando Madrid) dispusieron a placer de la vida, la honra y la hacienda de miles de ciudadanos. La Checa por excelencia, o sea, por excremencia, era la de Fomento-Bellas Artes, que en realidad era una sucursal del Ministerio de Gobernación a la que apoyaban ilustres intelectuales matarifes y cuyo personal eran los mismos agentes de uniforme cuyo sueldo pagaban los torturados y asesinados por eso que Juliá, Preston y compañía siguen llamando, pese a todas las evidencias documentales españolas y soviéticas, la legalidad republicana.La famosa legalidad de la Checa consistía en que los que detenían de madrugada en su casa a los futuros cadáveres eran gente de uniforme, policías o guardias de asalto. Cuando no pistoleros de la FAI o del NKVD, luego KGB, herederos de la Vétcheka, vulgo Cheka.

Pues bien, los propios policías de Zetapé han confesado que la agresión jamás existió, que falsificaron documentos públicos y que el único mandamiento judicial que realmente tuvieron fue la lista confeccionada por El País a partir de los datos de los socialistas de Las Rozas y una foto del ABC. Es la actualización posmoderna de la sección ¡A paseo! de Alberti y compañía, ahora redactada, juzgada y justificada por la Periobrigada del Amanecer Prisaico en la Checa de Malas Artes. Ha habido muchos momentos edificantes, pero quizás el más revelador es el de la corrección del entonces jefe de la Policía de Madrid, Fernández Rancaño, al delegado del Gobierno Constantino Pocotino Méndez, también llamado Pitagorín por sus hazañas matemáticas en el conteo de manifestantes desafectos. Este sujeto que, si tuviera un mínimo de decoro, en vez de hurtar manifestantes a las manifestaciones contra el Gobierno habría devuelto el cargo que sus costumbres degradan, se empeñó en decir que los militantes del PP nunca habían sido detenidos «técnicamente». A lo que Rancaño respondió unos minutos después que si se les habían leído sus derechos, evidentemente habían sido detenidos. Es que Rancaño ya no sirve al Espíritu de la Checa. Ahora trabaja para la Caixa.