Hemeroteca de kickjor

Que el partido creado, si no fundado, por Aznar padezca madriditis aguda es normal, porque Aznar es más blanco que la camiseta blanca cuando no llevaba publicidad. Un PP sin madriditis resultaría absurdo, inhumano y casi anticonstitucional. Que Rubalcaba y otras buenas piezas de Interior y el CNI sean también madridistas -en realidad, agentes dobles- no entenebrece la sensibilidad mayoritariamente bernabéunica de la derecha española.

El paralelismo de las crisis madridista y pepera, iniciadas el 11-M, es tan asombroso como doloroso. Y no quiero entrar en ese arrepentimiento paralelo de Aznar y Florentino ante sus sucesores que denuncia y disfruta Jesús Cacho, tan azulgrana. Me basta recordar el gol de Morientes en el Bernabéu que dedicó a las víctimas del 11-M señalando al cielo. La tragedia es que Morientes, hijo de guardia civil, jugaba en el Mónaco. Y que ese gol supuso la eliminación europea del Madrid. Desde entonces, ni el Madrid ni el PP levantan cabeza, aunque normalmente juega mejor el PP, quizás porque no ha cambiado tres veces de presidente y seis de entrenador en dos años.

Pero en los últimos tiempos el PP no acusa el clásico madridismo aznarista, tan ingenuo en su prepotencia, sino una madriditis tan grave que casi parece barcelonitis, pero del Barça de Gaspart.La espantá de Rajoy en la Pravda de Polanco a propósito del 11-M me ha recordado aquella famosa espantá del atormentado presidente azulgrana huyendo por las escaleras palco arriba, enredándose las piernas en su propia gabardina, porque no soportaba la presión.No muy distinto parece el caso de Rajoy, quien, cuando el partido se pone cuesta arriba, se aflige como el Madrid de López Caro en vez de venirse arriba como el de Di Stéfano y las cinco Copas, el Ye-yé o el de Stielike y Santillana.

Si se me permite de nuevo la comparación, la forma rajoyesca de asumir que Rubalcaba es más legítimo que Acebes y Zaplana tras el 11-M recuerda a López Caro elogiando tras el partido en el Reyno de Navarra, antes Sadar, el «comportamiento tan deportivo» del extremismo rojillo, que tiró a los jugadores del Madrid absolutamente de todo: frutos y frutas, botellas y botes, e incluso una aceitera llena, como para haber matado a cualquier jugador si le da en la nuca.

Cuentan las crónicas que cuando a un pastorcillo de mi pueblo se le apareció la Virgen, el hombre «se quedó estupendo», que en el XVIII venía a significar atónito. Pues así parece haberse quedado López Caro: estupendo, con esos ojos redondos de cómic japonés y esa sonrisa de pasmado. Tuvo la visión de que se convertía en entrenador del Real Madrid y aún no se ha recuperado. Hay otros síntomas de la madriditis pepera. La falta de ganas de ganar en quien ya lo ha ganado todo, y por mayoría absoluta, el más evidente. Quedarse estupendo ante el 11-M, el más alarmante.