28.4.06
28-04-06
COMENTARIOS LIBERALES
1936 eta 2006
FEDERICO JIMENEZ LOSANTOS
Es asombroso que los mismos que intentan borrar el recuerdo inmediato de los crímenes etarras, que injurian, persiguen y tratan de deslegitimar a las víctimas del terrorismo y que se niegan a investigar el asesinato de casi 200 personas el 11-M, fuente sangrienta de su poder, se permitan perpetrar una supuesta Ley de la Memoria Histórica para derrotar a los nacionales casi 70 años después de haberla perdido los republicanos. Peor aún; que los propios republicanos decidieran liquidarla con el golpe de Estado del socialista Julián Besteiro, el anarquista Cipriano Mera y los militares republicanos del coronel Casado contra el Gobierno del también socialista Juan Negrín, sucesor del no menos socialista Largo Caballero, promotor fervoroso de la Guerra Civil.
Hace falta valor para que los héroes de Paracuellos, los recreadores de las checas, los golpistas inveterados, los ladrones del Banco de España y hasta de las pobres alhajas del Monte de Piedad que alhajaron a su vez el exilio de Prieto o Negrín pretendan ahora inventarse una memoria histórica arrojadiza cuando deberían pedir perdón de rodillas. Hace falta ser miserables para enterrar la memoria de los cuerpos aún calientes de las víctimas del 11-M y de los centenares de asesinados por la ETA durante la democracia mientras resucitan a los que, antes de Zapatero, descansaban en paz.
Hace falta tener una moral de vertedero y vivir instalado en la estafa intelectual para perdonarle todo a Josu Ternera y nada a Yagüe (tampoco a Besteiro, al que ahora han decidido proclamar loco), hace falta bemoles para reinventar a Companys y borrar la memoria del Tercio de Montserrat, aquellos catalanes de Burgos que, con Cambó y Ventosa en Hacienda o Pla y D Ors en Cultura retomaron militarmente su ciudad de Barcelona y su periódico La Vanguardia.
Claro, a la izquierda chequista le resultaba más fácil darles el paseo a los derechistas indefensos o a izquierdistas como Andreu Nin, condenados a tortura y muerte por no obedecer a Stalin, que plantarle cara a un ejército de verdad, no menos popular que el de la República. Este valor para alancear cadáveres se entiende mejor cuando vemos a Ramón Jáuregui hacer la gran presentación de esta ley del embudo histórico, del año de Paracuellos pasado por Alzheimer.
Dice Jáuregui que hay que hacerlo contra «cuatro revisionistas de pacotilla». ¿Y para tan poco enemigo necesita tanto esfuerzo? ¿No será que su enemigo es la verdad, con las fuentes de los propios socialistas decentes, que los hubo? Es lógico que el delegado del Gobierno del GAL busque reescribir un pasado común para pactar con ETA y olvidar cuando le echaban cal viva en su escaño del Parlamento vasco. Rastrero pero lógico. Lo excesivo sería que en el acuerdo PSOE-ETA le endilgasen a Franco lo de Lasa y Zabala.
Hace falta valor para que los héroes de Paracuellos, los recreadores de las checas, los golpistas inveterados, los ladrones del Banco de España y hasta de las pobres alhajas del Monte de Piedad que alhajaron a su vez el exilio de Prieto o Negrín pretendan ahora inventarse una memoria histórica arrojadiza cuando deberían pedir perdón de rodillas. Hace falta ser miserables para enterrar la memoria de los cuerpos aún calientes de las víctimas del 11-M y de los centenares de asesinados por la ETA durante la democracia mientras resucitan a los que, antes de Zapatero, descansaban en paz.
Hace falta tener una moral de vertedero y vivir instalado en la estafa intelectual para perdonarle todo a Josu Ternera y nada a Yagüe (tampoco a Besteiro, al que ahora han decidido proclamar loco), hace falta bemoles para reinventar a Companys y borrar la memoria del Tercio de Montserrat, aquellos catalanes de Burgos que, con Cambó y Ventosa en Hacienda o Pla y D Ors en Cultura retomaron militarmente su ciudad de Barcelona y su periódico La Vanguardia.
Claro, a la izquierda chequista le resultaba más fácil darles el paseo a los derechistas indefensos o a izquierdistas como Andreu Nin, condenados a tortura y muerte por no obedecer a Stalin, que plantarle cara a un ejército de verdad, no menos popular que el de la República. Este valor para alancear cadáveres se entiende mejor cuando vemos a Ramón Jáuregui hacer la gran presentación de esta ley del embudo histórico, del año de Paracuellos pasado por Alzheimer.
Dice Jáuregui que hay que hacerlo contra «cuatro revisionistas de pacotilla». ¿Y para tan poco enemigo necesita tanto esfuerzo? ¿No será que su enemigo es la verdad, con las fuentes de los propios socialistas decentes, que los hubo? Es lógico que el delegado del Gobierno del GAL busque reescribir un pasado común para pactar con ETA y olvidar cuando le echaban cal viva en su escaño del Parlamento vasco. Rastrero pero lógico. Lo excesivo sería que en el acuerdo PSOE-ETA le endilgasen a Franco lo de Lasa y Zabala.