25.5.06
Las rosas
25-05-06
Las rosas
DAVID GISTAU
Las rosas blancas, se hacen llamar. Cada día 24, un coro de actrices remedará a las vestales que tapizaban con pétalos el camino del César. La infantería pancartera, que en tiempos de Aznar, enamorada de su propio reflejo en el estanque, ocupó la garita de la vigilancia crítica, acude ahora a la llamada del amo para decorar un triunfo, el de Zetapé, en el que aceptará cualquier función salvo recordar al presidente que también él es mortal. Algo tardío este compromiso por la paz del que no tuvimos noticia cuando había que arropar en su entierro casi clandestino a un guardia civil asesinado.O cuando la reserva moral del cine olvidaba pegarse en la solapa el No a ETA cada vez que acudía a San Sebastián fingiendo creer que más allá del cóctel no ocurría nada.
(.../...)
El No a la guerra consagró una relación de favores mutuos entre Zetapé y la farándula. Que ya estaba cohesionada por una naturaleza sectaria que purga a los disidentes y que además tenía una cercanía con el público que la convertía en herramienta ideal para cualquier campaña de agit-prop como las programadas desde la nueva checa de Bellas Artes.
Cumplida la misión de demolición, sospechábamos que la unidad de abajofirmantes se disolvería para dedicarse en adelante a pasar por caja a cobrar prebendas, premios y subvenciones como los que han ido cayendo en goteo para recompensar diagnósticos políticos tan atinados y ecuánimes como aquél de Almodóvar en que nos advertía de la inminencia de un golpe de Estado urdido por el PP. O de este otro igual de acertado de Boris Izaguirre, que ayer mismo contribuyó al proceso de beatificación del terrorismo declarando en la Ser que ETA se le antoja un modelo de democracia superior al representado por el primer partido de la oposición: ya está Carmen Calvo revisando qué premios quedan vacantes para conceder uno a este pensador orgánico, a esta conejita de la piscina de Moncloa.
Pero resulta que la infantería pancartera no había sido licenciada.Tan solo estaba replegada en retaguardia a la espera de que Zetapé dijera ven, que entonces lo dejan todo. Justo cuando las encuestas revelan el mosqueo ciudadano por la postración ante ETA, justo cuando no hay verificación que oculte que los terroristas siguen llevándose la mano a la pistola, Zetapé aprieta un botón y los abajofirmantes de guardia se deslizan por la barra como los bomberos para acudir al rescate propagandístico. Las rosas blancas no hacen sino perpetuar el hábito de entreguismo a una forma de poder de la que se sienten al mismo tiempo prolongación y artífice.
Anda que no hubo tiempo de repartir flores en Hernani, de asumir compromisos con cualquiera de los que miran los bajos del coche antes de arrancarlo.
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El No a la guerra consagró una relación de favores mutuos entre Zetapé y la farándula. Que ya estaba cohesionada por una naturaleza sectaria que purga a los disidentes y que además tenía una cercanía con el público que la convertía en herramienta ideal para cualquier campaña de agit-prop como las programadas desde la nueva checa de Bellas Artes.
Cumplida la misión de demolición, sospechábamos que la unidad de abajofirmantes se disolvería para dedicarse en adelante a pasar por caja a cobrar prebendas, premios y subvenciones como los que han ido cayendo en goteo para recompensar diagnósticos políticos tan atinados y ecuánimes como aquél de Almodóvar en que nos advertía de la inminencia de un golpe de Estado urdido por el PP. O de este otro igual de acertado de Boris Izaguirre, que ayer mismo contribuyó al proceso de beatificación del terrorismo declarando en la Ser que ETA se le antoja un modelo de democracia superior al representado por el primer partido de la oposición: ya está Carmen Calvo revisando qué premios quedan vacantes para conceder uno a este pensador orgánico, a esta conejita de la piscina de Moncloa.
Pero resulta que la infantería pancartera no había sido licenciada.Tan solo estaba replegada en retaguardia a la espera de que Zetapé dijera ven, que entonces lo dejan todo. Justo cuando las encuestas revelan el mosqueo ciudadano por la postración ante ETA, justo cuando no hay verificación que oculte que los terroristas siguen llevándose la mano a la pistola, Zetapé aprieta un botón y los abajofirmantes de guardia se deslizan por la barra como los bomberos para acudir al rescate propagandístico. Las rosas blancas no hacen sino perpetuar el hábito de entreguismo a una forma de poder de la que se sienten al mismo tiempo prolongación y artífice.
Anda que no hubo tiempo de repartir flores en Hernani, de asumir compromisos con cualquiera de los que miran los bajos del coche antes de arrancarlo.