2.6.06
El felón
2-06-06
COMENTARIOS LIBERALES
El felón
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
En la Historia de España, el término felón estaba adjudicado desde siempre a Fernando VII, aquel reptil que tras arrastrarse ante Napoleón en Bayona y traicionar a su padre (como su padre lo traicionaba a él y ambos a España), volvió a su patria como si fuera su finca y mandó al exilio a quienes con su sangre habían defendido la Nación y traído la Constitución de 1812, mientras él jugaba al billar. Traidor redomado, indigno de presidir una junta de vecinos, aquel sujeto de cerebro priápico y acreditado priapismo autoritario era un gran estafador verbal y engañó a muchos muchas veces.
Los liberales no tenían la base social precisa ni, hasta Cánovas, la inteligencia de forjarla y le dieron ocasión, tras la gran felonía de 1812, de recuperar el Trono y el Poder Absoluto tras el triste Trienio Liberal. Una década, la Ominosa, tardó aún en morirse aquella sabandija coronada, dejándonos como herencia una terrible guerra civil. Nunca monarca español mereció tanto el título de El rey Felón. María Moliner define así el término: «Falso o traidor. Capaz de cometer actos viles en que hay engaño, traición o cobardía. *Canalla».
En los últimos años de su miserable vida, Fernando VII añadió al título legítimo de rey Felón el apodo literario de Tigrekán de Mongolia. Galdós lo retrata al final de uno de sus Episodios Nacionales, mirando con artero disimulo tras la cortina de una habitación de Palacio a los grupos que se hacían y deshacían en la Plaza de Oriente.
Por su carácter astuto y liberticida yo rescaté el apodo de Tigrekán II para Felipe González en su áurea y pútrida madurez. Pero González era un Carlos IV decentito al lado de ZP, así que habríamos de rescatar para el actual presidente el otro mote clásico de Fernando VII: felón. Un galicismo, por cierto, que según María Moliner ya no se usa casi nunca en Francia, así que puede decirse que es una palabra muerta en su cuna y desenterrada en España como definición política del que traiciona su juramento de servir a la Nación y respetar la Constitución. Más que un galicismo es un chiraquismo. O un zapaterismo.
La falsía de Zapatero, su perfidia, su traición a los españoles despojándolos arteramente de su soberanía está alcanzado niveles artísticos a fuer de patológicos. Un embustero ha de serlo muy compulsivamente para desmentirse a sí mismo en segundos, diciendo a la vez una cosa y su contraria. Es lo que hace ZP al hablar de su apaño con la ETA: engañarnos y tomarnos por idiotas.
¿Pues no dice ahora que no ha dicho que está negociando políticamente con la ETA, que es lo que ha dicho, sino «hablando» con ella para que se legalice?
«Marchemos todos, y yo el primero, por la senda constitucional».dijo Felón. Y al poco estaba toda la España liberal en el exilio.Tome nota, don Mariano.
Los liberales no tenían la base social precisa ni, hasta Cánovas, la inteligencia de forjarla y le dieron ocasión, tras la gran felonía de 1812, de recuperar el Trono y el Poder Absoluto tras el triste Trienio Liberal. Una década, la Ominosa, tardó aún en morirse aquella sabandija coronada, dejándonos como herencia una terrible guerra civil. Nunca monarca español mereció tanto el título de El rey Felón. María Moliner define así el término: «Falso o traidor. Capaz de cometer actos viles en que hay engaño, traición o cobardía. *Canalla».
En los últimos años de su miserable vida, Fernando VII añadió al título legítimo de rey Felón el apodo literario de Tigrekán de Mongolia. Galdós lo retrata al final de uno de sus Episodios Nacionales, mirando con artero disimulo tras la cortina de una habitación de Palacio a los grupos que se hacían y deshacían en la Plaza de Oriente.
Por su carácter astuto y liberticida yo rescaté el apodo de Tigrekán II para Felipe González en su áurea y pútrida madurez. Pero González era un Carlos IV decentito al lado de ZP, así que habríamos de rescatar para el actual presidente el otro mote clásico de Fernando VII: felón. Un galicismo, por cierto, que según María Moliner ya no se usa casi nunca en Francia, así que puede decirse que es una palabra muerta en su cuna y desenterrada en España como definición política del que traiciona su juramento de servir a la Nación y respetar la Constitución. Más que un galicismo es un chiraquismo. O un zapaterismo.
La falsía de Zapatero, su perfidia, su traición a los españoles despojándolos arteramente de su soberanía está alcanzado niveles artísticos a fuer de patológicos. Un embustero ha de serlo muy compulsivamente para desmentirse a sí mismo en segundos, diciendo a la vez una cosa y su contraria. Es lo que hace ZP al hablar de su apaño con la ETA: engañarnos y tomarnos por idiotas.
¿Pues no dice ahora que no ha dicho que está negociando políticamente con la ETA, que es lo que ha dicho, sino «hablando» con ella para que se legalice?
«Marchemos todos, y yo el primero, por la senda constitucional».dijo Felón. Y al poco estaba toda la España liberal en el exilio.Tome nota, don Mariano.