1.6.06
Rajoy, expulsado
1-06-06
LOS PLACERES Y LOS DIAS
Rajoy, expulsado
FRANCISCO UMBRAL
Uno sentía que el señor Rajoy era un modelo de elegancia diplomática, pero en el debate de estos días se ha ganado casi todo «teóricamente» -hasta ha salido un libro sobre La Falange teórica-. Pero ocurre que se ha perdido todo y se ha ganado un político cabreado. El señor Rajoy decidió elegantemente irse del circo de los leones de piedra antes de que su jefe, el señor Marín, le jubilase sin sueldo.
- Yo ya he terminado, dijo.
Y se abrió. Se abrió con la misma soltura que si fuera Ramoncín, a quien el otro día también abrieron la cabeza a hostias. La política anda muy heroica y los viejos caudillos fallecen de un fusilamiento de ensaladillas.
El señor Marín es el presidente perfecto de la cosa porque se nota enseguida que el manda es él y así no hay peligro de cometer incorrecciones. Pero con Rajoy es que no podemos. No sólo es el heredero legítimo o derechohabiente de Góngora y Quevedo -«en una de fregar cayó caldera»- sino que está haciendo de los rojos unos clásicos y de los clásicos unos rojos.
Esos cinco minutos que pierde el caminar democrático son cinco minutos que pierde España, cinco minutos de oro que pierde Zapatero, cinco minutos de cambiarse el refajo Vogue que pierde la vieja dama.
Claro que en cambio hubo una agudeza gramatical por parte de Rubalcaba, el diputado que debiera retratar Máximo como un Greco.Rubalcaba matizó que la mochila, la famosa mochila por mi mano hallada no era una mochila falsa sino una mochila similar. Esto parece que no lo dijo en las Cortes, sino en el bar Hispano, Castellana, que es donde dice Rubalcaba sus mejores cosas y yo no me las pierdo. Así, esta fina matización entre falsedad y similitud. Aquí lleva la razón el rojo perdido y vuelve a quedar claro que las izquierdas tienen más gramática que la inculta derecha de la derecha.
En esos cinco minutos que ha perdido España, como en los otros cinco que perdió escuchando el silencio de doña María Teresa, dama elegante que hace unos solos de silencio que aterciopelan mucho el ruedo ibérico isabelino. Claro que está la tele, pero a las Cortes no se va a olvidar la buena educación sino a no olvidarla nunca, máxime cuando uno es orador y registrador de la propiedad. Haciendo burla de sí mismo, lo que antes se llamaba rizar el rizo, Rajoy cada vez que volvía a la consola de las blasfemias le otorgaba su cabezazo al presidente. Rajoy sabe resucitar de sí mismo.
Lo cual que echaron el tiempo a gramatiquerías y protocolos porque lo que no querían unos ni otros era hablar de ETA, un tema candente que se deja para el fútbol. Salvado este punto peligroso de las sesiones, puede decirse que la democracia sigue su curso y hasta Llamazares se le apareció a la derechona glosando la paz como si la paz no fuera una cosa de revólveres. En tantos días ha dado tiempo a tantas cosas, pero no a repasar las verdades de Rajoy, que ha reunido cuatro millones de españoles para explicar España a quienes aún la explican echando cuentas y a los catalanes, que lo hacen mediante la prueba de los nueves.
- Yo ya he terminado, dijo.
Y se abrió. Se abrió con la misma soltura que si fuera Ramoncín, a quien el otro día también abrieron la cabeza a hostias. La política anda muy heroica y los viejos caudillos fallecen de un fusilamiento de ensaladillas.
El señor Marín es el presidente perfecto de la cosa porque se nota enseguida que el manda es él y así no hay peligro de cometer incorrecciones. Pero con Rajoy es que no podemos. No sólo es el heredero legítimo o derechohabiente de Góngora y Quevedo -«en una de fregar cayó caldera»- sino que está haciendo de los rojos unos clásicos y de los clásicos unos rojos.
Esos cinco minutos que pierde el caminar democrático son cinco minutos que pierde España, cinco minutos de oro que pierde Zapatero, cinco minutos de cambiarse el refajo Vogue que pierde la vieja dama.
Claro que en cambio hubo una agudeza gramatical por parte de Rubalcaba, el diputado que debiera retratar Máximo como un Greco.Rubalcaba matizó que la mochila, la famosa mochila por mi mano hallada no era una mochila falsa sino una mochila similar. Esto parece que no lo dijo en las Cortes, sino en el bar Hispano, Castellana, que es donde dice Rubalcaba sus mejores cosas y yo no me las pierdo. Así, esta fina matización entre falsedad y similitud. Aquí lleva la razón el rojo perdido y vuelve a quedar claro que las izquierdas tienen más gramática que la inculta derecha de la derecha.
En esos cinco minutos que ha perdido España, como en los otros cinco que perdió escuchando el silencio de doña María Teresa, dama elegante que hace unos solos de silencio que aterciopelan mucho el ruedo ibérico isabelino. Claro que está la tele, pero a las Cortes no se va a olvidar la buena educación sino a no olvidarla nunca, máxime cuando uno es orador y registrador de la propiedad. Haciendo burla de sí mismo, lo que antes se llamaba rizar el rizo, Rajoy cada vez que volvía a la consola de las blasfemias le otorgaba su cabezazo al presidente. Rajoy sabe resucitar de sí mismo.
Lo cual que echaron el tiempo a gramatiquerías y protocolos porque lo que no querían unos ni otros era hablar de ETA, un tema candente que se deja para el fútbol. Salvado este punto peligroso de las sesiones, puede decirse que la democracia sigue su curso y hasta Llamazares se le apareció a la derechona glosando la paz como si la paz no fuera una cosa de revólveres. En tantos días ha dado tiempo a tantas cosas, pero no a repasar las verdades de Rajoy, que ha reunido cuatro millones de españoles para explicar España a quienes aún la explican echando cuentas y a los catalanes, que lo hacen mediante la prueba de los nueves.