2.6.06

 

Pagaza y él

 

2-06-06


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Pagaza y él

ARCADI ESPADA

Maite Pagaza es una mujer admirable. Para qué habría de ocultarse: en la España política, absolutamente desertizada, destaca por encima de todos, con una elegancia deslumbrante. Tiene todas las condiciones para ser una dirigente de leyenda. Sabe leer y escribir, hoy lo más raro y siempre, lo más importante. Es paciente y piadosa. Es joven. Tiene una extraña belleza, algo tocada por la épica. Aún no le he visto dar una lección a nadie.Es honrada y limpia y tiene un gusto británico por el empirismo. Sufre, o goza, de las galernas con un estoicismo muy refinado: a solas con el whisky y el agua en la pecera del Hotel de Londres y de Inglaterra. Luego hay algo importantísimo. En la izquierda, donde vive, es alguien que ha perdido de verdad una guerra. Quiero decir que la ha perdido ella misma, sin delegación: y sabe que jamás podrá ganarla, y no se engaña, ni miente, ni hará nunca política con una cruel guerra perdida. Sus mismos defectos son encantadores, y qué duda cabe que sólo pueden colaborar a su éxito: ama a su tierra y, aun peor, a las palabras y los acentos, que busca como una extravagante micófaga (¿verbófaga?) en la umbría del sotobosque. Lo único que no tiene esta admirable mujer es un partido.

Ayer, el presidente del Gobierno, con la irritación habitual del que ha perdido la razón, se preguntó si alguien puede dudar de los principios y fines que mueven al Partido Socialista de Euskadi, tras su hoja de servicio con la democracia. Sí, hay alguien. Y lo peor para el presidente es que está en el mismo partido socialista. Pagaza. También habló ayer. Su respuesta a la iniciativa de reunirse con una organización ilegal es antológica y de una calidad democrática desusada. Mientras la mayoría de respuestas críticas a la actitud de Zapatero y los socialistas vascos han sido del género sentimental, acusándole de traiciones, felonías e incumplimientos, Pagaza ha dicho, fríamente: «Los límites al ejercicio del poder están constituidos en el artículo primero de la Constitución donde están descritos los valores superiores del ordenamiento jurídico español: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político». Ésta es, exactamente, la respuesta que merece el que no ve especiales problemas en trasladar a los significados toda la arbitrariedad de los significantes.Porque el Adolescente opina, y lo demuestra día a día con ejemplos, que si la j, la u, la s, la t, la i, la c, la i y la a de justicia son arbitrarias en su elección y en su orden también puede serlo lo que esa palabra designa. Su relativismo es, digamos, estructural.

Nadie como Pagaza ha advertido al presidente. Ya no se trata de enfrentarlo a la dignidad, la honradez, la moral, o cualquiera otra plañidera. El artículo primero.

(Coda: «Las tabletas de chocolate y arsénico en que están escritas las leyes». Lichtenberg, Aforismos, ocurrencias y opiniones.Valdemar, 2000)

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