27.6.06
Mentira violenta
27-06-06
COMENTARIOS LIBERALES
Mentira violenta
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Lo que asombra y espanta en este PSOE zapateril no es sólo el vertiginoso deslizamiento hacia la inmoralidad en el manejo de los fondos públicos (Montilla) sino el uso sistemático de un discurso mendaz, de una forma de hacer política cuya única verdad es la mentira, el engaño del prójimo, recurso tan sistemático como innecesario. Diríase que los notables -suspensos en Ética- del socialismo ex-pañol tienen una compulsión a mentir incluso en contra de sus propios intereses y más allá de todo lo razonable. Por ejemplo, ayer, el secretario de Política Municipal y Libertades Públicas Alvaro Cuesta, uno de esos radicales de provincias al modo del propio Zapatero que cultiva el odio como argumento doctrinal. Pero no el odio de clase, que puede explicarse y hasta justificarse si se funda en una atroz experiencia personal, sino el odio teológico, la animadversión de tipo masónico y decimonónico contra todo lo que suene a tradición histórica, que en España es casi como decir tradición cristiana. Ayer, Cuesta, buen conocedor de esa trama asturiana del 11-M que tan poco ha ayudado a esclarecer, propugnó una nueva forma de castigar a la Iglesia en su régimen fiscal. Y es libre de hacerlo siempre que recuerde dos cosas: que como diputado también representa a los españoles que no tienen prejuicios u odios anticatólicos y que no es preciso que mienta para defender lo que considera justo. Entre otras razones, porque si mientes en cosas bien sabidas y poco tergiversables cabe pensar que todos tus argumentos son falsos.
Como de costumbre en este socialismo liberticida, enemigo del pluralismo, incapaz de admitir otra opinión que no sea la suya de ese día, porque además cada día cambia como una veleta, Cuesta arremetió contra la Iglesia a cuenta de la Cope, diciendo una mentira que Cuesta sabe que lo es. Dijo que la asignación estatal la utiliza la Iglesia «para aminorar los gastos de la Cope», cuando incluso este tipo, que en la Comisión del 11-M mostró una animadversión casi patológica a la verdad, sabe que ni la Iglesia financia a la Cope ni viceversa, ni lo hace ahora ni lo ha hecho nunca, porque se trata de una empresa que, a diferencia de las de sus amigos, ésas que el Gobierno favorece con descaro, la Cope se financia total y exclusivamente con sus ingresos publicitarios, pese a los disfavores del Gobierno. Podría ser de otra manera y desde luego sería más legítimo que la continua prevaricación de los gobiernos del PSOE o el PP en favor de Polanco, pero no lo es. ¿Y por qué, sabiéndolo, dice Cuesta que la asignación estatal «aminora los gastos de la Cope»? Obviamente, para justificar el castigo a la Iglesia por no cerrar la Cope. ¿Pero tenía que mentir? No. Es una forma de violencia contra sus enemigos políticos, que son cuantos quieran ejercer de ciudadanos.
Como de costumbre en este socialismo liberticida, enemigo del pluralismo, incapaz de admitir otra opinión que no sea la suya de ese día, porque además cada día cambia como una veleta, Cuesta arremetió contra la Iglesia a cuenta de la Cope, diciendo una mentira que Cuesta sabe que lo es. Dijo que la asignación estatal la utiliza la Iglesia «para aminorar los gastos de la Cope», cuando incluso este tipo, que en la Comisión del 11-M mostró una animadversión casi patológica a la verdad, sabe que ni la Iglesia financia a la Cope ni viceversa, ni lo hace ahora ni lo ha hecho nunca, porque se trata de una empresa que, a diferencia de las de sus amigos, ésas que el Gobierno favorece con descaro, la Cope se financia total y exclusivamente con sus ingresos publicitarios, pese a los disfavores del Gobierno. Podría ser de otra manera y desde luego sería más legítimo que la continua prevaricación de los gobiernos del PSOE o el PP en favor de Polanco, pero no lo es. ¿Y por qué, sabiéndolo, dice Cuesta que la asignación estatal «aminora los gastos de la Cope»? Obviamente, para justificar el castigo a la Iglesia por no cerrar la Cope. ¿Pero tenía que mentir? No. Es una forma de violencia contra sus enemigos políticos, que son cuantos quieran ejercer de ciudadanos.