28.6.06

 

Nación y afectos

 

28-06-06


COMENTARIOS LIBERALES

Nación y afectos


FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

El Mundial de Fútbol, al margen de los resultados, es una ocasión perfecta para reflexionar sobre los componentes básicos, casi siempre irracionales y contradictorios, de ese sentimiento de pertenencia biográfica, histórica y cultural hacia lo que solemos llamar Nación. En los últimos años, antes de pasarse con armas y bagajes al bando de los separatistas que dedican su vida a destruir la Nación española, el polanquismo defendía la fórmula alemana del «patriotismo constitucional», que a mí siempre me pareció una sandez, porque privar a la Nación de su componente sentimental es no sólo absurdo sino imposible. Sólo quien tiene por la Nación propia más odio que amor, más preocupación que devoción, más desafección que afecto cabe ese sentimiento de patriotismo acotado por un texto de cientos de artículos, amén de introducciones y disposiciones transitorias. Es lógico, dada su experiencia, que un alemán amigo de la libertad mire con prevención cualquier impulso nacionalista de sus compatriotas. Pero que garantizar la libertad individual a través de un orden legal que es el Estado de Derecho sea más importante -que lo es- no elimina ese otro factor de pertenencia sentimental que diríamos nacional. Ni es incompatible, ya que uno puede amar a su patria y a la libertad, ni hay que elegir entre la veneración constitucional y el afecto nacional.

Yo adoro la Constitución de Cádiz, acta de nacimiento de nuestra actual Nación política, pero, más que por su texto, por el acontecimiento histórico y moral que supone en la milenaria vida de España. Lo que más me gusta de ella no aparece en su articulado y es que, mientras defendían con las armas la última ciudad no ocupada por los soldados de Napoleón, nuestros antepasados se preocupaban de dotar a la Nación de un régimen que garantizase las libertades individuales frente al Poder. Pero ni en 1812 era posible separar el factor intelectual del sentimental, el liberal del nacional, ni hoy tampoco. Al cabo, en toda persona coexisten razón y sentimientos. Estoy vacunado de nacionalismo, como tantos que padecen el nacionalismo antiespañol; lo estaría menos si mi idea de España fuera tan criminal como la etarra y tan despótica como la de los separatistas en general, pero de la barbarie no sólo me aparta la razón, también el sentimiento español. Desvarío de filólogo, me emocionan los nombres en un español primitivo y musical de tantos pueblos perdidos en León y Castilla. Y el Romancero, y Cervantes, y Galdós, y todo lo que en nuestra formidable y tremenda historia es prueba de talento y creación artística, ahondamiento en la naturaleza y la experiencia humanas: Lázaro y Celestina, Velázquez y Goya. Ésa es mi patria profunda, tan racional como sentimental. Pero, qué diablos, también me gustan la bandera y la selección nacional de fútbol. ¿Por qué no?

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