3.9.06

 

DOS EN LA CARRETERA De cómo Ella intenta poner cerco a Rubalcaba y de cómo Él la obliga a escribir de baloncesto

 

03-09-06



DOS EN LA CARRETERA

De cómo Ella intenta poner cerco a Rubalcaba y de cómo Él la obliga a escribir de baloncesto


LUIS MARIA ANSON / CAYETANA ALVAREZ DE TOLEDO

Este intercambio epistolar comienza hoy, primer domingo del mes de septiembre, con la vista de Ella puesta en el inicio del curso político y la mirada de Él pendiente del partido de baloncesto de esta mañana entre España y Grecia. Cayetana le provoca evocando el nudismo veraniego y Anson, cómo no, acude a la cita con sus versos y su prosa erótica. Encima Ella le reprende. Al final se ponen de acuerdo: Él quiere que los mandemos de viaje como enviados especiales a Tokio y Ella derrotar a Zapatero con un triple en el último segundo de la legislatura.

DESDE BOADELLA HASTA BRUSELAS

Querida Cayetana:

Albert Boadella acaba de declarar con dos tacones: «Me interesan más los toros que Cataluña». Este intelectual independiente y cáustico está hasta la misma espada de Damocles de las exigencias intelectuales del tripartito. Y ha reaccionado contra la política aldeana que extirpa el estudio del castellano de los colegios, que excluye a todos los escritores que no se postren de hinojos ante el catalanismo epiléptico, que persigue a golpes de medios de comunicación a los intelectuales discrepantes del totalitarismo impuesto desde la Generalidad. ¡Bravo Boadella! «Zapatero daría para mayoral de Las Ventas; Arturo Mas, para monosabio; Carod Rovira, para alguacilillo; y Durán Lleida para monaguillo en la capilla de la plaza». ¿Y Rajoy?, «un cordero con piel de lobo», serviría para dirigir la orquesta.
(.../...)
Boadella, que, como verás, sigue teniendo la coña fresca y marinera, y los catalanes que apoyan a Boadella, cada vez más numerosos, por cierto, terminarán por impedir la desmembración de España, de ese Estado residual, que Maragall y Zapatero han fragilizado y quieren liquidar. Porque todavía queda la esperanza.

Y no te añado el peso de la Historia, que las antigüedades debemos reservarlas para las cabezas pensantes del PP. Te hablo del peso del futuro. Los Estados decimonónicos, los aldeanismos independentistas, no tienen cabida en el tiempo nuevo que marcha a galope tendido hacia los Estados Unidos de Europa, de una Europa con política común, gobierno común, ejército común, policía común, pasaporte común, fronteras comunes y la liquidación de las soberanías nacionales. Tú siempre has mirado hacia adelante, Cayetana. Sabes que volver la vista hacia atrás, como hizo la mujer de Lot, es convertirse en estatua de sal y chapapote.

Querido Luis María:

Este verano me he bañado en las calas hondas de la agreste Sierra de Tramuntana. La costa es serpenteante y extraña. Durante el día, parejas de jóvenes extranjeros se desnudan distraídos al sol sobre las rocas azotadas de Llucalcari; por las noches, el fantasma de Graves comparte mesa con un desfondado Bob Geldof en el mítico bar Sa Fonda. Te hablo de Deià porque desde allí, entre olivos dibujados por Tolkien, los avatares de España resultan a la vez lejanos e irremediables.

No te preocupes: no he caído en la resignación de la que anticipada y generosamente me absuelves. Tu optimismo, además, es contagioso. Pero sí creo que hará falta más que un Bufón irreverente y genial y una Europa blandita y desorientada para impedir un cambio de tercio en España. He seguido con mucho interés el fenómeno de Ciutadans de Catalunya. Tienen talento y coraje, y razón en lo esencial. Sin embargo, me sorprende hasta qué punto personas formadas y con criterio se aferran a ellos en busca de esa legitimidad democrática que Cebrián y los nacionalistas, agitando el cádaver de Franco, le niegan al PP.

En una entrevista reciente, Albert Rivera, el líder de Ciutadans, se proclamaba sin ironía «liberal progresista» (?) y blandía todos los tópicos estrella de las factorías Nicaragua y Ferraz: desde que el PP es un partido «nacionalista español» e «inmovilista» hasta que el drama del pobre Piqué es que tiene «malos compañeros de viaje en Acebes y Zaplana, que contrarrestan su mensaje». En fin, que mis esperanzas en la capacidad de Ciutadans para situar el debate político catalán estrictamente donde corresponde -en la defensa de las libertades individuales frente a un nacionalismo exaltado y voraz- es más bien limitada.

En cuanto a que Europa es un baluarte frente la disgregación, permíteme que discrepe. Primero, porque más que «galopar» hacia una versión sofisticada de Estados Unidos, los europeos estamos instalados en un diván de terciopelo ajado. Segundo, porque los aldeanismos independentistas sí tienen cabida en la Europa del euro. Incluso te diría que la existencia de fronteras, instituciones y una moneda comunes hace menos traumático, y por tanto más fácil, el advenimiento pacífico de estaditos nuevos. Ahí tienes a Montenegro. Por último, cabría preguntarse si entre las obligaciones de los burócratas de Bruselas también está decidir cómo se organiza políticamente España. Yo creo que no, que ésa es nuestra responsabilidad.

Sabes que lo único que podría frenar la mutación de la España autonómica en una República confederal es una Constitución nueva o una reforma profunda de la actual. Lo has escrito. Pero para eso, claro, tendrán que ponerse de acuerdo PSOE y PP. Con Rajoy, «un cordero con piel de lobo», sería posible. Con Zapatero, un lobo con piel de cordero, me temo que no.

DESDE CAVAFIS HASTA RUBALCABA

Querida Cayetana:

Si te empiezas a poner erótica desde el principio, estoy perdido. No abuses, niña, «apiádate de mí, rompe mi duelo, que soy amor, que soy naturaleza», y perdona que te cite versos que no son de Rubalcaba. Mientras dedico agosto a trabajar y a leer cosas antiguas como Hombre sin nombre, de Suso de Toro, novela, por cierto, interesante, tú me hablas de las parejas que se desnudan en la playa sobre las arenas sopladas por el viento, heridas dulcemente por el sol como si fueran versos de Cavafis. Saltan en tu carta, a través de las espumas transparentes, las jóvenes en vacaciones. Es el esplendor de los soleados muslos, el furor y la miel de los vientres desnudos, las rotundas caderas tensas, la honda espesura de los escotes de fruta fresca, el polvo de estrellas de los sexos vueltos hacia la mar océana. La suntuosidad de la carne, del verso atónito de Gimferrer, se esponja entre los colores vivos de los toldos y el azul caliente del horizonte, mientras la vida fluye y fluye sin cesar, indiferente a las cenizas inhóspitas.

Y, claro, entre tanta playa y tanta descarga erótica, tenías que reñirme con la cantinela esa de la Europa renqueante, de la Europa a la deriva. Desde 1946, Europa está en crisis como el teatro, que goza desde hace dos milenios de excelente salud. Pero De Gasperi, Adenauer y tantos otros tenían razón: los Estados Unidos de Europa son imparables. Si hace solo diez años me juran que un nigeriano desembarcado en el aeropuerto de Málaga viajaría en automóvil hasta Copenhague sin enseñar el carnet de identidad, me hubiera echado a reír. Y si me hubieran asegurado hace dos décadas que compraría en Francfort el Sein und zeit, de Heidegger, pagando con la misma moneda que los alemanes, mi carcajada habría sido inextinguible. Europa avanza rápidamente, pese a quien pese. Eso sí, en zigzag, como manda la tabla. Dos pasos adelante y uno atrás, que decía Liu Shao-shi antes de traicionar a Mao, que Iscariotes, querida Cayetana, hay en todos los pagos. Y Rajoy sin enterarse.

Querido Luis María:

No seas cobarde. Ya está bien de sublimar pulsiones abstractas con aristocráticos lirismos culteranos. No te refugies en el olor familiar de los salones transitados desde la infancia y atrévete con los versos de Rubalcaba. Explora la aliteración sinuosa y busca una rima asonante para el esdrújulo «pásalo». Cuando lo hayas hecho, te devolveré la razón (con minúsculas), porque la tienes.

Es cierto: Europa sabe a dónde va, aunque camine leeeenta como el pingo viejo de Martín Fierro. El problema es que Europa no es el problema... ni la solución. ¿De verdad crees que Bruselas frenará nuestro cantonalismo? ¿De verdad crees que debería hacerlo? ¿No te parece que es nuestra responsabilidad buscar, fijar o inventar nuestra identidad? De una vez por todas habrá que aclarar que es España quien debe definirse a sí misma y no Bruselas ni ninguna de las comunidades autónomas, por más que se vistan de folclóricas realidades nacionales. Hay una perversión en el lenguaje que empieza a instalarse en las conciencias y en los estatutos. Asumamos que el ámbito de decisión es España y no utilicemos a Europa como escudo, porque se volverá contra nosotros. Como ahora con la crisis de los cayucos, que ha puesto en evidencia la impotencia de la hormiguita viajera Fernández de la Vega y lo mal gestor que es nuestro poeta Rubalcaba.

Te confieso que la desmitificación de Rubalcaba me ha descolocado. Pertenezco a ese enorme colectivo transideológico que llegó a creerse la leyenda del Genio Malvado, del Príncipe de las Tinieblas, del Fouché de la España democrática. La realidad es que, como ministro del Interior, está siendo una calamidad.

El favor a Vera es sólo la guinda. Su justificación para no reducir a los asaltapistas de El Prat -que había que evitar una «batalla campal»- ha disparado la doctrina de la rendición preventiva a cotas de despropósito nunca vistas. Su intento de responsabilizar al PP de los incendios gallegos fue tan descarado que se ha vuelto contra el PSOE y los Susos de Turno como el bumerán de La Cena de los Idiotas. Por no hablar de la foto que se hizo sacar junto a un senegalés de dos metros, metáfora perfecta de un Estado escuálido frente al Hércules de la inmigración ilegal. En cuanto a ETA, los frutos de sus gestiones en la sombra siguen brillando por su ausencia.

Ya ves, Luis María: hasta el más listo del Gobierno naufraga en la incompetencia. He ahí nuestro drama. Y la gran oportunidad para el peligroso pirómano de Pontevedra.

DESDE GASOL HASTA LA OPOSICION

Querida Cayetana:

Estoy inerme. Soy un cobarde, tienes razón, como Gary Cooper, solo ante el peligro cayetánico. Me has dejado in púribus, como a tus amigos de la playa. Eso de «sublimar pulsiones abstractas con aristocráticos lirismos culteranos» no lo había leído yo desde que presumía de amistad con Xavier Zubiri y escribía tórpidos artículos, de hinojos Sobre la esencia.

Haces muy bien en intentar la desmitificación de Rubalcaba. Pero no tendrás éxito. Es el mejor hombre del entorno zapatético. Posee todas las cualidades del gran político: serio, prudente, moderado en la forma, claro en la exposición, convincente en el gesto, lúcido para la manipulación. Desde el punto de vista socialista, su actuación el tortuoso 11-M fue de matrícula de honor. Dio un baño de burbujas al mundo aznarí, Rajoy incluido. Polanco sabe elegir muy bien a sus submarinos y a sus tiburones.

Ah, Cayetana, olvídate por un momento de la zarandaja política y de El viento que agita la cebada de Loach, que la armará. Y hablemos de baloncesto. España entera no verá hoy el partido por los enjuagues de Zapatero en las prebendas de la televisión.

Pero España entera sí estará pendiente del resultado. Ahí es nada. Después del ridículo en fútbol, campeones mundiales en baloncesto y en el peor de los casos, el emperador del Sol Naciente no lo quiera, subcampeones. Bailarán sobre la pista las «fainoméridas» griegas, esto es, «las que enseñan los muslos», antes de que se desencadene la furia española contra la defensa de mármol de los helenos. Picasso Gasol contra Fidias Spanoulis. Chillida Garbajosa contra Praxíteles Papaloukas. Santiago Calatrava contra el Partenón. Y el discóbolo de Mirón en pelota picada ante el televisor.

Salvo la mitad de los españoles verán el partido hasta las vírgenes que le meten en la cama al rey de Suazilandia, que yo estuve allí hace muchos años, no en la cama con las vírgenes ni en la danza del junco verde, sino en el país de la negritud. El director de EL MUNDO se ha equivocado al no gastarse el dinerito y enviarnos a Dos en la carretera a Tokio a hacer camino sobre el fulgor del baloncesto. Y como, además, no quiere que nos enviemos besos, termino esta carta dejándote donde tú quieras un pico dulce y ansoniano.

Querido Luis María:

«Cayetánico», «zapatético», «fainoméridas»... Veo que te has atrevido con la esdrújula rubalcábica, aunque no con su creador. No importa. Para eso habrá tiempo. «Tiempo para mí y tiempo para ti, tiempo incluso para cien indecisiones y para cien visiones y revisiones» sobre uno de los grandes protagonistas del nuevo curso político y, como dices, de las cuatro jornadas turbias y pendulares del 11-M.

En cambio, tu idea de convertir Dos en la Carretera en Dos en el Aire para ver a España redimir en Tokio un historial de derrotas y frustraciones deportivas, me ha parecido magnífica. No conozco Japón, me gusta mucho el sushi y me encantó Lost in Translation. Además, hubiera sido una ocasión perfecta para aprender algo sobre un deporte que hasta hace muy poco no me interesaba nada. La luz de neón, los colores primarios, esos cuerpos inmensos y desgarbados, los sobacos sudados, los movimientos bruscos, la sensación de encierro: comparado con el fútbol -religión porteña, también para las féminas de la decadente Recoleta- el baloncesto siempre me ha parecido feo y aburrido.

Una noche, harta de esperar que acabara un partido para recibir el visto bueno sobre las páginas de Opinión, se lo comenté a Pedro J., quien, sin quitar la vista de la pantalla del televisor, me contestó: «Es un deporte para gente inteligente; yo lo practicaba». Entonces comprendí que convenía hacer un esfuerzo.

La imagen de Gasol sujetado por Garbajosa y su hermano Marc me ha recordado los trípticos flamencos de un Cristo agonizante abrazado a sus discípulos. Deben de ser sus melenas y sus barbas. Y también la mirada perdida del pívot, tu Picasso, que parece clavar dos preguntas retóricas en algún lugar del limbo: «¿Por qué a nosotros? ¿Por qué a mí?» Su baja es el ingrediente de drama y dolor que le faltaba a esta historia épica, que, no me cabe duda, acabará bien. Porque, aunque suene tópico, aunque lo hayas oído ya mil veces, lo que tiene esta selección son un líder y un equipo.

Me has pedido que me olvide por un momento de la «zarandaja política»: de las misteriosas gestiones de Felipe González en Teherán, del absurdo debate sobre el envío de tropas a El Líbano, del sorprendente advenimiento de Clos al «infierno» del Gobierno central, de la cinematográfica bofetada de Maragall/Ford a Zapatero/Hayworth. Sin embargo, al ver a Gasol dirigir, arrastrar, empujar, aglutinar, animar, orientar, enfocar, coordinar y sobre todo ilusionar a los suyos, no he podido resistir la tentación. He pensado en España y he pensado en las necesidades de una Oposición que se quiere erigir en Alternativa. Si la decisión y las ganas se imponen a las dudas y las divisiones, perderá Grecia. Y perderá el PSOE

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