4.9.06

 

Pau Gasol nos cura el fatalismo

 

04-09-06



A LA CONTRA / BARRA BRAVA

Pau Gasol nos cura el fatalismo


DAVID GISTAU

La cinta nipona de todo a cien que se ajustaron en la cabeza durante el festejo les daba un aire entre el sushiman y el kamikaze que se hubiera pasado de rondas con el último sake ceremonial.Como no la lastra el sentido trágico de la existencia que carga el equipo de fútbol como un fantasma su bola, la selección de baloncesto explotó como en una despedida de soltero, en una bullanga de muchachos joviales y hermanados que en ese momento ni siquiera parecían conscientes de lo que acababan de lograr. Nada menos que hacernos campeones del mundo. Nada menos que curarnos de un complejo, el de los cuartos, al final del mismo verano que empezó con ese gatillazo recurrente que, otra vez, nos obligaba a temer que nuestro deporte de equipo es una unidad de destino en el fracaso. Sin atavismos tribales ni recuerdos a su aldea, con un modo sofisticado y ganador de llevar la camiseta y de no tomarse muy en serio ni el himno, los golden boys acaban de inaugurar el siglo XXI para una nación que en tantas cosas se resiste a entrar en él.


cuando vienen mal dadas, cuando es a vida o muerte en un último minuto, no se arruga ni se pone fatalista ni malogra el balón de la victoria, sino que se tiene fe y la enchufa. Claro, que también podría haber entrado esa última bola de Nocioni, y entonces hoy estaríamos lamentando un nuevo capítulo de nuestra eterna leyenda negra, del jugamos como nunca y perdimos como siempre.

Un Cid

Tal es su influjo, que de alguna manera Pau Gasol ayudó a ganar desde el banquillo, atado a sus muletas como el Cid a su caballo. Sólo se olvidaron de él para ayudarle a bajar las escaleras del podio, adonde acudió Marc como si temiera por el descuido una colleja de hermano mayor: a estos dos seguro que nadie les robaba la merienda en el patio del colegio. Con su aspecto grunge, Pau es el líder perfecto: asume responsabilidades por todos los demás e inspira con su sola presencia y con su ejemplo, pero no por ello se saca un ego como la picha más larga que perjudique la cohesión de un equipo de iguales en el que todos se sienten importantes, reclamados. La final, además, abolió el temor de la dependencia en que suelen incurrir los conjuntos tan entregados a un crack que desfallecen de ánimo cuando lo pierden. Es porque sobra talento, porque España es como una navaja suiza llena de resortes que puede abrir una lata de formas diferentes y desde varias distancias.

La última bola

Ahora que la final se ha ganado, y que encima ha resultado tan fácil, estamos en condiciones de añorar un choque con los Estados Unidos. No poder vencerles a ellos habrá sido la única muesca que falte en el revólver del mejor equipo del mundo. Queda la sensación de que la auténtica final, el verdadero choque de cornamentas por ganar el territorio, fue el partido contra Argentina, no en vano el único en que España sufrió ansiedad y flojera en los tiros libres e incluso fue derrotada en no pocos aspectos del juego. Aun así, ese encuentro consagró otra más de las diferencias entre esta selección y la del fútbol:

La mano en el corazón

Mientras sonaba el himno, Pepu Hernández se llevó la mano al corazón con el rostro descompuesto. Está claro a quién le dedicaba su cuota de gloria quien más coraje hubo de encontrar para estar ahí: a su padre, perdido la víspera.De ordinario borrado por su discreta imagen de coleccionista de sellos, tan distinta de la extroversión vestida en Miami Beach a la que nos tuvo acostumbrados Díaz Miguel, Pepu ha cosido todo ese talento libre a un sistema defensivo por el que era más difícil pasar que un camello por el ojo de una aguja. España es ante todo un equipo, que se siente así por la camaradería y la solidaridad de una banda de amigos. Pero que juega como tal gracias a todos los croquis que Pepu ha dejado dibujados en la pizarra, y que parecían órdenes de alejamiento impuestas al rival. Por eso, España sobrevivió a un pésimo cuarto, el tercero, en el que, perdida la inspiración, el sistema se convirtió en la red que salva al funambulista. Tan fuerte quiso ser Pepu, que los jugadores ni siquiera se enteraron de que traía un dolor íntimo ante el que poco importa un partido de baloncesto.

Comentarios:

Publicar un comentario



<<A página principal

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Estadisticas y contadores web gratis
Oposiciones Masters

         Image hosting by Photobucket

    Escribeme

   
 

Mi Bitácora

  La Bitácora de Luis del Pino
 Fondo documental sobre el 11-M y su foro
Mensajes anteriores
Prensa Digital

 

Links solidarios