15.6.06

 

De no verlo

 

15-06-06



COMENTARIOS LIBERALES

De no verlo


FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

No creerlo. Llevo desde mucho antes de tener -siquiera de forma intermitente- uso de razón siguiendo el fútbol con expectación y desesperación. Expectación muchas veces satisfecha con los soberbios partidos internacionales de nuestros grandes clubes: Real Madrid, Zaragoza, Barcelona, Valencia, Atlético de Madrid, Depor, Villarreal... A cambio, desesperación infalible, ineluctable, siempre anunciada y siempre confirmada, implacablemente fatídica con la selección nacional. Desde el golazo de Marcelino a la Araña Negra de la URSS, el gran Yashin, que nos dio la Copa de Europa en los años 60 del siglo pasado, no hemos vuelto a ganar nada. Y cada vez hemos ido a peor. Cuanto más subía nuestra Liga, que de todas formas sigue y seguirá siendo siempre el alimento básico del aficionado, más caía la selección. Cuanto más dinero y más calidad reunía el fútbol de clubes, mayor era el chasco del combinado nacional. Con dictadura o con democracia, con Gobierno de izquierdas o de derechas, España nos daba siempre unos disgustos horrorosos. Así, la «musa del escarmiento» que invocaba Azaña nos ha ido conduciendo de la ilusión prefabricada a la desilusión desolada y, como desenlace lógico, al escepticismo más atroz. Por otra parte, si la selección de fútbol traduce la emoción nacional de un país, era lógico que España, nación suicidada, no ganase nunca.

Mala suerte, arbitrajes delictivos, encogimiento patológico y fallos increíbles ante la meta rival son desde hace 40 años los argumentos de nuestra ruina. Por eso, cuando vi marcar a Xabi Alonso con la espalda, temí que el cambio de suerte fuera una forma de preparar un chasco mayor. Pero casi de inmediato vino el golazo de Villa en un tiro de falta que encontró la siempre apreciada colaboración del defensa. En poco más de un cuarto de hora, dos a cero. España siguió jugando por las bandas, en especial por la de Sergio Ramos, y no lo hacía nada mal. No obstante, suponía yo que Ucrania marcaría antes del descanso y ya saldríamos en la segunda parte con los nervios de rigor.

Pues no, señor. Y a la salida del vestuario, un árbitro increíblemente suizo, pero interpretando a rajatabla la nueva doctrina de la FIFA de no pasar una en el área, nos pita un penalti a favor de los que en nuestra Liga ya sólo le pitan al Barça y, por si la injusticia fuera poca, expulsa a un ucraniano. Ahora lo fallará Villa, pensé, ellos jugarán mejor con 10 que con 11 y lo pasaremos fatal. Pues tampoco: gol del guaje, aunque el portero adivinó el tiro. Faltaba Raúl y, claro, salió. ¿Gol en propia meta? ¡Nooooo! Un golazo extraordinario, mejor que los de Querétaro, de Fernando Torres, después de una soberbia jugada de Puyol y el resto del equipo.

¡Ernesto, pero qué es esto! ¿Que cuando había España perdíamos y como ya no hay España, ganamos? No sé, pero de no verlo...

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