10.7.06

 

Autoayuda Geldof

 

10-07-06



COMENTARIOS LIBERALES

Autoayuda Geldof


FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

Leyendo este domingo la crónica de Elena Pita sobre la verdadera cara de Bob Geldof, el hombre que se hizo rico dizque luchando contra la pobreza en Africa, he vuelto a acordarme del imprescindible libro de André Glucksman y Tierry Wolton, Silencio, se mata (Alianza Editorial), más de una vez citado en estos comentarios y que si realmente a la gente le preocuparan los pobres -y no la buena conciencia y mejor imagen que procuran a los que supuestamente les ayudan yendo a un concierto-, habría acabado ya con la farsa de los Geldof y compañía. Glucksmann y Wolton, siguiendo la pista de la supuesta ayuda del Live Aid, aquel primer gran concierto contra el hambre, descubrían cómo la cacareada ayuda de los jóvenes de Occidente no llegaba ni, por tanto, alimentaba a los hambrientos etíopes, sino a la gran máquina de crear muertos de hambre del régimen comunista de Mengistu, convertida en su única industria próspera.

Pues bien, han pasado 20 años largos desde que se publicó aquel libro y, en involuntario homenaje a Revel, el conocimiento que encierra ha sido inútil. Casi nadie se acuerda del libro mientras Bono, Geldof y demás siguen triunfando con su industria de la mala conciencia y la han ampliado hasta límites pasmosamente globalizados: ocho macroconciertos simultáneos, ocho, se celebraron en otras tantas ciudades para exigir a los gobiernos del G-8 que dedicaran una parte de sus presupuestos a ayudar a los países pobres. Pero los países no son pobres ni ricos. Son las personas las que viven bien o mal, en la pobreza o en la riqueza, unos privados de todo y otros con todo a su alcance. La gran mayoría de los ciudadanos occidentales, los afortunados, trabaja mucho para ganarse la vida y paga esos fieros impuestos que, según los artistas del hambre ajena, deberían ir de Gobiernos como el inglés o el español a regímenes como los de Obiang y Mugabe, tipos aún más ricos que los millonarios disfrazados de mendigos, a lo Geldof.

Una buena causa no se arruina porque su propagandista sea un hipócrita, un experto en autoayuda disfrazado de pobre para vivir como un rajá. Pero es que esa causa es mala para los pobres. Es equivocada y está condenada a ser manipulada. A pregunta de Elena Pita, Geldof dice que nadie puede por sí mismo ayudar a los pobres de Africa, nadie, sólo los Gobiernos, que no lo hacen. Pero muchos países han salido de la miseria con una política adecuada. Y miles de misioneros y gente de bien ayudan a los pobres en el continente africano desde antes de que se inventara el disco de vinilo.

Pocos respetarán a Geldof, ya asesor de Blair y de Cameron, izquierdas y derechas tan demagógicas como Sir Bob. Algunos rezarán por él. Otros, por tanto pobre de espíritu, solidario de carril y de corral.

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