27.10.06
AL ABORDAJE La UE españolizada DAVID GISTAU
27-10-06
AL ABORDAJE
La UE españolizada
DAVID GISTAU
Ignoro a qué número exacto de ciudadanos europeos representan 311 parlamentarios de Estrasburgo. Pero son muchos más que los 10 millones de votantes del PP que están aislados, casi completada su purga, y que cargan con todas las culpas de la «puta España» de Rubianes y de la señora de Pérez-Carod.
A esos europeos se les podría aplicar el criterio de la propaganda gubernamental, la que aquí se ha empleado para colgar una campanilla de leproso a cualquiera que se atreviera a estorbar el proceso hacia la victoria política, mediante la violencia de una ETA a la que Patxi López ya hasta le entiende las razones sin acabar de espantarse por los 400 métodos que acaban de ser distraídos en un galpón de Francia.
Resultaría entonces que la mitad de la población de la Unión Europea la componen oscuros cavernarios de la derecha más extrema que por supuesto, mientras cuajan quesos en los Alpes o van a la oficina en Milán o fuman hierba en Amsterdam, no hacen sino desear que los terroristas vuelvan a matar para desgastar a Zetapé y sacar ventaja política.
Si Europa, según Ortega y según la Transición, era la solución para el problema español, para la España entendida como problema y como anacronismo doloroso que sólo la homologación con el exterior podía remediar, ocurre que la excursión europarlamentaria de Zetapé y su escolta filoetarra ha completado la aspiración de Unamuno cuando, pletórico de voluntad castiza, proponía «españolizar Europa».
Y no lo ha hecho exportando la siesta con orinal o el jamón de bellota. Sino con la ambigüedad moral ante el terrorismo y la ruptura de las convenciones defensivas que en los últimos meses se habían convertido en nuestra excepción folclórica, en nuestro Spain is different, pero que ahora han devuelto incluso al Parlamento Europeo a un estado de confusión sobre lo que es terrorismo y cómo manejarlo que parecía imposible después del 11-S en Manhattan.
Establecido el precedente, ¿por qué no acoger también a Bin Laden en la Cámara? ¿Por qué no concederle también a él entidad política y una proyección internacional en la que explicar sus razones a quienes, a diferencia de López, todavía no están convencidos de que las tienen? ¿Por qué no favorecerle, como a ETA, con una dialéctica basada en el relativismo, en la vileza de que aquí hay dos partes enfrentadas que ejercen violencia por igual y que se siente igual de legítimas, y no una mafia que ataca desde dentro todos los principios democráticos que debieran considerarse innegociables lo mismo en las Cámaras locales que en la europea? Eso sí, de las 400 pistolas robadas no habrá de preocuparse ninguno de los eurodiputados que la otra tarde concedieron a los etarras prestigio de oprimidos.
Si Europa era la solución, mejor volver a ser el españolito singular de Alfredo Landa. Pero esta vez sin complejos.
A esos europeos se les podría aplicar el criterio de la propaganda gubernamental, la que aquí se ha empleado para colgar una campanilla de leproso a cualquiera que se atreviera a estorbar el proceso hacia la victoria política, mediante la violencia de una ETA a la que Patxi López ya hasta le entiende las razones sin acabar de espantarse por los 400 métodos que acaban de ser distraídos en un galpón de Francia.
Resultaría entonces que la mitad de la población de la Unión Europea la componen oscuros cavernarios de la derecha más extrema que por supuesto, mientras cuajan quesos en los Alpes o van a la oficina en Milán o fuman hierba en Amsterdam, no hacen sino desear que los terroristas vuelvan a matar para desgastar a Zetapé y sacar ventaja política.
Si Europa, según Ortega y según la Transición, era la solución para el problema español, para la España entendida como problema y como anacronismo doloroso que sólo la homologación con el exterior podía remediar, ocurre que la excursión europarlamentaria de Zetapé y su escolta filoetarra ha completado la aspiración de Unamuno cuando, pletórico de voluntad castiza, proponía «españolizar Europa».
Y no lo ha hecho exportando la siesta con orinal o el jamón de bellota. Sino con la ambigüedad moral ante el terrorismo y la ruptura de las convenciones defensivas que en los últimos meses se habían convertido en nuestra excepción folclórica, en nuestro Spain is different, pero que ahora han devuelto incluso al Parlamento Europeo a un estado de confusión sobre lo que es terrorismo y cómo manejarlo que parecía imposible después del 11-S en Manhattan.
Establecido el precedente, ¿por qué no acoger también a Bin Laden en la Cámara? ¿Por qué no concederle también a él entidad política y una proyección internacional en la que explicar sus razones a quienes, a diferencia de López, todavía no están convencidos de que las tienen? ¿Por qué no favorecerle, como a ETA, con una dialéctica basada en el relativismo, en la vileza de que aquí hay dos partes enfrentadas que ejercen violencia por igual y que se siente igual de legítimas, y no una mafia que ataca desde dentro todos los principios democráticos que debieran considerarse innegociables lo mismo en las Cámaras locales que en la europea? Eso sí, de las 400 pistolas robadas no habrá de preocuparse ninguno de los eurodiputados que la otra tarde concedieron a los etarras prestigio de oprimidos.
Si Europa era la solución, mejor volver a ser el españolito singular de Alfredo Landa. Pero esta vez sin complejos.