2.10.06
COMENTARIOS LIBERALES Los tres 'liaños' FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
02-10-06
COMENTARIOS LIBERALES
Los tres 'liaños'
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Si no existiera el caso Liaño como prueba de los extremos de escándalo y politización a que se ha llegado en España sirviendo desde la Justicia al poder político y mediático del PRISOE, hablaríamos del caso de los Tres peritos como límite de la desfachatez judicial. Mas, para deshonra de la Justicia española, el caso Liaño existió; García Ancos y Bacigalupo el de los Estigmas existieron, vaya si existieron; y Baltasar Garzón traicionó a los que se creían sus amigos, Liaño y Márquez de Prado, vaya si los traicionó. El aflautado juez no vaciló en ir en las listas electorales como número 2 de Míster X, jefe de los GAL en su organigrama, en cuanto le prometió un supercargo. Y como no lo cumplió, desenterró el sumario del GAL y lo empapeló. Pues bien, el caso Liaño y aquella hazaña ética del 93 son los antecedentes de la penúltima de Garzón, que se ha prestado a linchar a tres policías decentes como si de tres liaños se tratara. Y lo ha hecho con un descaro que incluso en él, tan chapucero instruyendo, resulta zafio.
Ayer, Victoria Prego lo explicaba a la perfección: «Lo que aparece nítidamente como un presunto delito de falsificación en toda regla perpetrado por mandos policiales pasa por las manos de un juez que no es competente para instruirlo; que ha recibido la orden de abandonar esas diligencias; que hace caso omiso de esa orden de sus superiores; que, con la abnegada ayuda del fiscal jefe de la Audiencia, sigue adelante con el asunto, al que impone el secreto sin motivo alguno; que hace declarar a los peritos de madrugada, sin abogado y sin que se sepa todavía qué ocurrió en el transcurso de esas horas y hasta qué punto fueron coaccionados o amedrentados; y que le da la vuelta al caso y a la verdad de tal manera que los tres peritos que se atrevieron a denunciar la falsedad cometida por sus mandos salen de la Audiencia imputados como falsarios, mientras los presuntos verdaderos culpables quedan impunes».
«Todo esto -seguía- ha sido perpetrado en cuestión de horas por un juez que actúa sin competencias, por la noche y en secreto, con evidente mala fe, y habrá que comprobar si también con afán coactivo y de manera ilícita. Y resulta que, como en los peores tiempos de las peores dictaduras, ese hecho escandaloso es aireado por los acólitos del Gobierno con tantos aplausos y tal grado de grosería intelectual que se ha ganado a pulso la calificación de propaganda (...) saltándose toda regla que se oponga a su fuerza, oscureciendo la realidad, tapando los focos de luz, retorciendo la legalidad y haciéndose acompañar de gran aparato de fuegos y petardeo. Para asustar».
Curado de espanto en el caso Liaño, veo tres diferencias: Garzón tiene más años y kilos: en vez de un juez, hay tres policías honrados vilmente linchados; y al trabajo sucio de El País; se ha unido el sucísimo del ABC. Pero aquella tragedia, aunque como farsa, se repite.
Ayer, Victoria Prego lo explicaba a la perfección: «Lo que aparece nítidamente como un presunto delito de falsificación en toda regla perpetrado por mandos policiales pasa por las manos de un juez que no es competente para instruirlo; que ha recibido la orden de abandonar esas diligencias; que hace caso omiso de esa orden de sus superiores; que, con la abnegada ayuda del fiscal jefe de la Audiencia, sigue adelante con el asunto, al que impone el secreto sin motivo alguno; que hace declarar a los peritos de madrugada, sin abogado y sin que se sepa todavía qué ocurrió en el transcurso de esas horas y hasta qué punto fueron coaccionados o amedrentados; y que le da la vuelta al caso y a la verdad de tal manera que los tres peritos que se atrevieron a denunciar la falsedad cometida por sus mandos salen de la Audiencia imputados como falsarios, mientras los presuntos verdaderos culpables quedan impunes».
«Todo esto -seguía- ha sido perpetrado en cuestión de horas por un juez que actúa sin competencias, por la noche y en secreto, con evidente mala fe, y habrá que comprobar si también con afán coactivo y de manera ilícita. Y resulta que, como en los peores tiempos de las peores dictaduras, ese hecho escandaloso es aireado por los acólitos del Gobierno con tantos aplausos y tal grado de grosería intelectual que se ha ganado a pulso la calificación de propaganda (...) saltándose toda regla que se oponga a su fuerza, oscureciendo la realidad, tapando los focos de luz, retorciendo la legalidad y haciéndose acompañar de gran aparato de fuegos y petardeo. Para asustar».
Curado de espanto en el caso Liaño, veo tres diferencias: Garzón tiene más años y kilos: en vez de un juez, hay tres policías honrados vilmente linchados; y al trabajo sucio de El País; se ha unido el sucísimo del ABC. Pero aquella tragedia, aunque como farsa, se repite.