18.10.06
La imagen de ETA
18-10-06
AL ABORDAJE
La imagen de ETA
DAVID GISTAU
Durante décadas, la imagen que ETA proyectó al exterior no fue muy distinta de la que emanaba de la camiseta del Che. Su fundación bajo el franquismo y sus coartadas marxistas prestaban a la banda un simpático prestigio guerrillero que invitaba a la comprensión de sus crímenes y a la compasión por sus presos políticos, como si asesinos en serie tan perturbados como De Juana, Txapote y Bilbao estuvieran cumpliendo condena por un delito de conciencia como mártires de la internacional idealista. A este despropósito moral contribuyeron, durante los años posteriores a la Transición, algunos de nuestros intelectuales y cantautores locales, de ésos que en las tarjetas de visita se imprimen haber corrido delante de los grises, y que más tarde, según iban cayendo del guindo, empezaron a salir de excursión a la selva Lacandona para beber allí de la fuente de la eterna juventud revolucionaria.
Hizo falta mucho para combatir esa imagen y mostrar a ETA como lo que es: una mafia terrorista sin redención posible en su ofensiva contra una democracia decente cuyas víctimas eran todas inocentes. Hizo falta la movilización civil que por fin venció su pereza, su mirar hacia otro lado, a raíz del asesinato de Miguel Angel Blanco. E hizo falta la aparición en el escenario de un puñado de intelectuales a los que desbrozó el camino Savater y que no sólo hubieron de afrontar el peligro de caer asesinados: también el abandono de los cenáculos progresistas, de esos pancarteros tan motivados por los conflictos remotos y por la patología antiamericana y hasta por los arbolitos de la Thyssen a los que, sin embargo, jamás vimos tirar de conciencia ni de pegatina contra los terroristas a los que ahora regalan rosas blancas.
Además de la sumisión judicial y del precio político, otro de los desmanes cometidos por Zetapé extraviado en el proceso consiste en haber devuelto a ETA su imagen externa. La que encuentra razones a su violencia, la que la iguala en entidad política al Estado que la sufre. El golpe más bajo sufrido por la resistencia y la cohesión sociales contra el terrorismo es ese comunicado con el que Zetapé ha intentado hacerse escoltar por algunos de los euroidiotas profesionales del calibre de Saramago -«farsantes sin fronteras», los llamó Savater- que al igualar la violencia «ejercida por las dos partes» han vuelto a meter a ETA en la camiseta del Che y en la benevolente categoría de oprimidos a la que no puede resistirse la internacional idealista.
Vaya, que entre Irene Villa y De Juana Chaos no hay, al parecer, distancia moral alguna. Y tanto la amputación de las piernas de ella como la dieta de yogur de él vendrían a ser daños colaterales tan semejantes que ya no es posible distinguir quién es víctima y quién culpable.
Hizo falta mucho para combatir esa imagen y mostrar a ETA como lo que es: una mafia terrorista sin redención posible en su ofensiva contra una democracia decente cuyas víctimas eran todas inocentes. Hizo falta la movilización civil que por fin venció su pereza, su mirar hacia otro lado, a raíz del asesinato de Miguel Angel Blanco. E hizo falta la aparición en el escenario de un puñado de intelectuales a los que desbrozó el camino Savater y que no sólo hubieron de afrontar el peligro de caer asesinados: también el abandono de los cenáculos progresistas, de esos pancarteros tan motivados por los conflictos remotos y por la patología antiamericana y hasta por los arbolitos de la Thyssen a los que, sin embargo, jamás vimos tirar de conciencia ni de pegatina contra los terroristas a los que ahora regalan rosas blancas.
Además de la sumisión judicial y del precio político, otro de los desmanes cometidos por Zetapé extraviado en el proceso consiste en haber devuelto a ETA su imagen externa. La que encuentra razones a su violencia, la que la iguala en entidad política al Estado que la sufre. El golpe más bajo sufrido por la resistencia y la cohesión sociales contra el terrorismo es ese comunicado con el que Zetapé ha intentado hacerse escoltar por algunos de los euroidiotas profesionales del calibre de Saramago -«farsantes sin fronteras», los llamó Savater- que al igualar la violencia «ejercida por las dos partes» han vuelto a meter a ETA en la camiseta del Che y en la benevolente categoría de oprimidos a la que no puede resistirse la internacional idealista.
Vaya, que entre Irene Villa y De Juana Chaos no hay, al parecer, distancia moral alguna. Y tanto la amputación de las piernas de ella como la dieta de yogur de él vendrían a ser daños colaterales tan semejantes que ya no es posible distinguir quién es víctima y quién culpable.