12.10.06
COMENTARIOS LIBERALES Menos nacional FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
12-10-06
COMENTARIOS LIBERALES
Menos nacional
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Sé que a muchos dirigentes del PP, y desde luego a la inmensa mayoría de militantes, no les gustará esta columna. Tampoco a los 10 millones de votantes, si es que EL MUNDO alcanza ya semejante número de lectores, estimación acaso prematura. Pero como lo único innegociable en lo que uno firma es -o debería ser- la verdad, hay que echarla de la boca, receta de Quevedo para evitar lo mucho que amarga.
El PP ha sido -y seguirá siendo salvo catástrofe gallardonita- el único partido español que nos queda, pero no habrá podido resistir al Estado de las Autonomías, que lleva en su seno el germen de la disolución nacional. ¿Por la Constitución? ¿Por los Estatutos de Autonomía? No: por algo que, a la larga, es mucho peor, más voraz, más insaciable: las 17 castas políticas que viven de la diferencia y no de la semejanza, de antagonizar y no de reunir, de enfrentarse y no de ayudarse, de negar lo español común en vez de afirmar lo particular como español.
Sería manifiestamente injusto imputar a los actuales líderes regionales del PP una voluntad separatista al pactar con el PSOE la reforma de los Estatutos en clave confederal. Pero más injusto sería ocultar a nuestros conciudadanos que ese camino sin retorno en el que España queda cada vez más lejos y la tribu cada vez más cerca no lo ha emprendido únicamente Zapatero, o no lo ha emprendido solo. Buena parte del PP lo acompaña. Y de ese acompañamiento sólo puede salir un PP menos nacional, un hato menos apretado, una gavilla más floja, un nudo más cerca que nunca de desatarse. Ya sé que muchos me dirán que al equiparar su ambición a la de los nacionalistas catalanes en su malhadado Estatuto, ni valencianos ni baleares, ni aragoneses, ni andaluces pretenden emular desde el PP ese movimiento tan abiertamente discriminador y disgregador, tan nítidamente centrífugo. Pero es que con esos Estatutos reformados al modo cataláunico o gobierna ahora o algún día gobernará el PSOE. ¿Y puede creerse que Pla defenderá la idea de España como Camps? ¿O Antich como Matas? ¿O Chaves como Arenas? Pues no. Evidentemente, no. Manifiestamente, no. Absolutamente, no.
Al final, el PP habrá resistido a casi todas las tentaciones antinacionales que el PRISOE le ha tendido (digo casi, porque ahí está Piqué, prueba viviente de que ni Aznar ni Rajoy han querido luchar contra el nacionalismo en Cataluña), pero no habrá sobrevivido a la voracidad natural de las clases políticas autonómicas, irresponsables por definición, antinacionales por decantación. Arenas jugará a Clavero Arévalo. Y en Andalucía se rematará lo que entonces empezó: la rebatiña de España. Que es la del PP.
El PP ha sido -y seguirá siendo salvo catástrofe gallardonita- el único partido español que nos queda, pero no habrá podido resistir al Estado de las Autonomías, que lleva en su seno el germen de la disolución nacional. ¿Por la Constitución? ¿Por los Estatutos de Autonomía? No: por algo que, a la larga, es mucho peor, más voraz, más insaciable: las 17 castas políticas que viven de la diferencia y no de la semejanza, de antagonizar y no de reunir, de enfrentarse y no de ayudarse, de negar lo español común en vez de afirmar lo particular como español.
Sería manifiestamente injusto imputar a los actuales líderes regionales del PP una voluntad separatista al pactar con el PSOE la reforma de los Estatutos en clave confederal. Pero más injusto sería ocultar a nuestros conciudadanos que ese camino sin retorno en el que España queda cada vez más lejos y la tribu cada vez más cerca no lo ha emprendido únicamente Zapatero, o no lo ha emprendido solo. Buena parte del PP lo acompaña. Y de ese acompañamiento sólo puede salir un PP menos nacional, un hato menos apretado, una gavilla más floja, un nudo más cerca que nunca de desatarse. Ya sé que muchos me dirán que al equiparar su ambición a la de los nacionalistas catalanes en su malhadado Estatuto, ni valencianos ni baleares, ni aragoneses, ni andaluces pretenden emular desde el PP ese movimiento tan abiertamente discriminador y disgregador, tan nítidamente centrífugo. Pero es que con esos Estatutos reformados al modo cataláunico o gobierna ahora o algún día gobernará el PSOE. ¿Y puede creerse que Pla defenderá la idea de España como Camps? ¿O Antich como Matas? ¿O Chaves como Arenas? Pues no. Evidentemente, no. Manifiestamente, no. Absolutamente, no.
Al final, el PP habrá resistido a casi todas las tentaciones antinacionales que el PRISOE le ha tendido (digo casi, porque ahí está Piqué, prueba viviente de que ni Aznar ni Rajoy han querido luchar contra el nacionalismo en Cataluña), pero no habrá sobrevivido a la voracidad natural de las clases políticas autonómicas, irresponsables por definición, antinacionales por decantación. Arenas jugará a Clavero Arévalo. Y en Andalucía se rematará lo que entonces empezó: la rebatiña de España. Que es la del PP.