4.10.06
AL ABORDAJE El tobillo DAVID GISTAU
04-10-06
AL ABORDAJE
El tobillo
DAVID GISTAU
La estrategia gubernamental para espantarse la mosca cojonera de la investigación del 11-M recuerda a la empleada contra Guti por Aguirre en el último derbi madrileño. Cada vez que los medios libres descubren algún indicio con el que empezar jugada contra la versión oficial, aparece con los tacos por delante un peón de brega del periodismo orgánico al que se le ha ordenado pegar duro y al tobillo para evitar que el peligro alcance el área de decisión.
Esta técnica a la que Víctor de la Serna llama «contraprogramación» es legítima y no erosiona la naturaleza garantista del Régimen que nos dimos a partir de la Transición. Al fin y al cabo, un medio de comunicación es una empresa privada que elige camiseta, estilo y conducta. Y que se deja o no tentar por la sumisión al poder de turno que algunos, como el director del ABC, disfrazan con una pretenciosa noción de servicio feudal al Estado más propia de funcionarios del Movimiento que de periodistas a la que podrán aferrarse si eso salva su autoestima mientras se les dan de baja los suscriptores que, como Ussía, reclaman una cabecera rebelde que libre por ellos las batallas necesarias en vez de pasarse al reverso de la Fuerza como si les hubiera convencido Polanco llevando el casco de Darth Vader: «Toma mi mano. Juntos haremos invencible al Emperador».
En cambio, sí hay que empezar a preocuparse si el que pega al tobillo es el árbitro. El poder en teoría independiente al que ha sido encomendado custodiar todos los principios garantistas que protegen al ciudadano del Estado y que no sólo sirven para que sea el lechero el que llame de madrugada, sino también para confiar en que el inocente que entre en la Audiencia podrá volver a salir manteniendo intactos su prestigio, sus derechos civiles y su libertad.
Hay que empezar a preocuparse si el que obedece la orden de pegar al tobillo es Garzón. Si Grande-Marlaska, quien por ello sufrió difamaciones e incluso el boicoteo desde dentro de los maderos chivatos, se convirtió en el modelo de juez comprometido con el cumplimiento de la Ley incluso contra el Gobierno y sus intereses particulares -las «circunstancias» de Conde-Pumpido-, Garzón ilustra cuán fácil es amañar los partidos y cuán frágil es la independencia judicial cuando cae en manos de un ego político cargado de ambición y más interesado en determinar los acontecimientos que en valorarlos según la Ley. Por su culpa no existen garantías para el ciudadano que entra en la Audiencia como en la DGS. Y sin embargo eso no importa a los propagandistas gubernamentales que se proclaman centinelas de las libertades y anuncian la llegada de la extrema derecha en cualquiera que todavía libre las batallas necesarias en lugar de tomar la mano de Darth Vader.
Esta técnica a la que Víctor de la Serna llama «contraprogramación» es legítima y no erosiona la naturaleza garantista del Régimen que nos dimos a partir de la Transición. Al fin y al cabo, un medio de comunicación es una empresa privada que elige camiseta, estilo y conducta. Y que se deja o no tentar por la sumisión al poder de turno que algunos, como el director del ABC, disfrazan con una pretenciosa noción de servicio feudal al Estado más propia de funcionarios del Movimiento que de periodistas a la que podrán aferrarse si eso salva su autoestima mientras se les dan de baja los suscriptores que, como Ussía, reclaman una cabecera rebelde que libre por ellos las batallas necesarias en vez de pasarse al reverso de la Fuerza como si les hubiera convencido Polanco llevando el casco de Darth Vader: «Toma mi mano. Juntos haremos invencible al Emperador».
En cambio, sí hay que empezar a preocuparse si el que pega al tobillo es el árbitro. El poder en teoría independiente al que ha sido encomendado custodiar todos los principios garantistas que protegen al ciudadano del Estado y que no sólo sirven para que sea el lechero el que llame de madrugada, sino también para confiar en que el inocente que entre en la Audiencia podrá volver a salir manteniendo intactos su prestigio, sus derechos civiles y su libertad.
Hay que empezar a preocuparse si el que obedece la orden de pegar al tobillo es Garzón. Si Grande-Marlaska, quien por ello sufrió difamaciones e incluso el boicoteo desde dentro de los maderos chivatos, se convirtió en el modelo de juez comprometido con el cumplimiento de la Ley incluso contra el Gobierno y sus intereses particulares -las «circunstancias» de Conde-Pumpido-, Garzón ilustra cuán fácil es amañar los partidos y cuán frágil es la independencia judicial cuando cae en manos de un ego político cargado de ambición y más interesado en determinar los acontecimientos que en valorarlos según la Ley. Por su culpa no existen garantías para el ciudadano que entra en la Audiencia como en la DGS. Y sin embargo eso no importa a los propagandistas gubernamentales que se proclaman centinelas de las libertades y anuncian la llegada de la extrema derecha en cualquiera que todavía libre las batallas necesarias en lugar de tomar la mano de Darth Vader.