3.10.06
CANELA FINA Zapatero en la cumbre LUIS MARIA ANSON
03-10-06
CANELA FINA
Zapatero en la cumbre
LUIS MARIA ANSON
Gloria a Zapatero en las alturas y paz en el Líbano a los hombres de buena voluntad. El presidente por accidente ha conseguido la aspiración máxima de todos los políticos del mundo: el elogio de Chávez. El caudillo venezolano se abrió en la cumbre de La Habana para cantar las glorias de Zapatero, que está edificando la España de García Lorca. Todos los grandes dirigentes de Oriente y Occidente, el Papa Benedicto XVI, la reina de Inglaterra, el emperador del Japón, los presidentes de la India y China, han pagado lobbies internacionales para alcanzar la máxima distinción a la que se puede aspirar en el mundo actual: el elogio del caudillo Chávez. Sólo Castro y Zapatero han conquistado tamaño honor. Ahmadineyad, el persa, está haciendo méritos. En los pasillos del Palacio de la Moncloa, los bedeles, escoltas, ayudantes y secretarias aplauden ya al presidente cada vez que le ven. Zapatero I el de las mercedes no cabe en sí de satisfacción. «¡Chúpate esa!», le ha dicho delicadamente a Felipe González, enarcando sus cejas de acento circunflejo. Ni Prieto ni Besteiro ni Pablo Iglesias se pueden comparar con él. Zapatero es ya Padilla, Bravo y Maldonado en una pieza; es un Olivares sin epístolas cabronas de Quevedo; un Aranda a caballo sobre la Puerta de Alcalá y la Conferencia Episcopal. Su gloria no es de este mundo. Hay que remontarse al Siglo de Oro para establecer comparaciones. Mejor aún, a la Edad Media, porque el Cid cabalga de nuevo.
Y ¿a qué se debe que el gran Chávez haya elogiado a nuestro presidente sonrisas? A que por primera vez, tras siglos de decadencia, la política exterior española ha sabido elegir aliados. González se estrechó con la Europa a la deriva de Francia y Alemania. Aznar fue el delirio, del bracete con seres deleznables, dirigentes de naciones menores como Inglaterra y Estados Unidos. Zapatero ha conseguido superar la decadencia, el precipicio que bordeaba España, y se ha aliado con el tirano Castro, el malvado Kirchner, el caudillo bufón Chávez, el elegante Evo, el autócrata Ahmadineyad, formando contra Estados Unidos el eje del bien, desde el que se agravia a Israel, se enaltece a Hizbulá, se defiende a Hamas y se elogia la política nuclear de Corea del Norte o Irán.
Frente a la pusilanimidad de la débil política de años pasados, Zapatero ha encontrado el camino de la gloria y de la estabilidad en medio del aplauso general de los pueblos verdaderamente libres, como el cubano y el venezolano. Ya viene el cortejo, ya viene el cortejo. Ya se oyen los claros clarines, la espada se anuncia con vivo reflejo, ya viene oro y hierro el cortejo de los paladines. Es la marcha triunfal de Rubén con el gran timonel español escoltado por Rubalcaba y Pepiño, por Trinidad y Suso de Toro, por Montilla y el ministro Moratinos, que cometió el desatino de enviar a un secretario de Estado a la cumbre de La Habana en lugar de aparecerse él en persona.
Menuda putada, en fin, que en España se reaccione cicateramente ante la gloria de Zapatero y no caiga de hinojos ni Jesús de Polanco. Vivimos en el país de la envidia y la cicatería, en la nación de los periodistas que quieren investigar, los muy cabroncetes, el 11-M; en esta España absurda que mantiene la unidad nacional desde los Reyes Católicos como si eso fuese un acierto, incapaz todavía el pueblo español de entender la clarividencia de Zapatero, que, junto a la grandiosa política internacional merecedora del elogio de Chávez, nos prepara la dicha de trocear a España y devolvernos a la Edad Media, superando así la breve etapa de cinco siglos que abrieron los mencionados Reyes Católicos, los cuales, la verdad, como afirma Pepiño, no eran más que unos reaccionarios y, además, un poco fascistas.
Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.
Y ¿a qué se debe que el gran Chávez haya elogiado a nuestro presidente sonrisas? A que por primera vez, tras siglos de decadencia, la política exterior española ha sabido elegir aliados. González se estrechó con la Europa a la deriva de Francia y Alemania. Aznar fue el delirio, del bracete con seres deleznables, dirigentes de naciones menores como Inglaterra y Estados Unidos. Zapatero ha conseguido superar la decadencia, el precipicio que bordeaba España, y se ha aliado con el tirano Castro, el malvado Kirchner, el caudillo bufón Chávez, el elegante Evo, el autócrata Ahmadineyad, formando contra Estados Unidos el eje del bien, desde el que se agravia a Israel, se enaltece a Hizbulá, se defiende a Hamas y se elogia la política nuclear de Corea del Norte o Irán.
Frente a la pusilanimidad de la débil política de años pasados, Zapatero ha encontrado el camino de la gloria y de la estabilidad en medio del aplauso general de los pueblos verdaderamente libres, como el cubano y el venezolano. Ya viene el cortejo, ya viene el cortejo. Ya se oyen los claros clarines, la espada se anuncia con vivo reflejo, ya viene oro y hierro el cortejo de los paladines. Es la marcha triunfal de Rubén con el gran timonel español escoltado por Rubalcaba y Pepiño, por Trinidad y Suso de Toro, por Montilla y el ministro Moratinos, que cometió el desatino de enviar a un secretario de Estado a la cumbre de La Habana en lugar de aparecerse él en persona.
Menuda putada, en fin, que en España se reaccione cicateramente ante la gloria de Zapatero y no caiga de hinojos ni Jesús de Polanco. Vivimos en el país de la envidia y la cicatería, en la nación de los periodistas que quieren investigar, los muy cabroncetes, el 11-M; en esta España absurda que mantiene la unidad nacional desde los Reyes Católicos como si eso fuese un acierto, incapaz todavía el pueblo español de entender la clarividencia de Zapatero, que, junto a la grandiosa política internacional merecedora del elogio de Chávez, nos prepara la dicha de trocear a España y devolvernos a la Edad Media, superando así la breve etapa de cinco siglos que abrieron los mencionados Reyes Católicos, los cuales, la verdad, como afirma Pepiño, no eran más que unos reaccionarios y, además, un poco fascistas.
Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.