12.7.06

 

El insulto

 

12-07-06


AL ABORDAJE

El insulto


DAVID GISTAU

Decía Rattín, un defensa de los de dibujarse una muesca en el fuselaje por cada delantero quebrado, que la televisión acabaría con el fútbol: en adelante, todas las agresiones subterráneas del juego serían descubiertas. La televisión delató el cabezazo de Zidane y propició su salida del santoral justo cuando estaba a punto de ascender a los cielos, a pesar de los cinco kilos de lastre de la Copa del Mundo, como un personaje de García Márquez. Pero en cambio dejó impune a Materazzi, quien no se tapó la boca como Joe Pesci en Casino y por eso andan ahora leyéndole los labios para descubrir el cassus belli de Zidane.

Las hipótesis del insulto dudan entre si llamó «terrorista islámico» al jugador o «putón» a su hermana -la de Zidane, no la de Materazzi-. O sea, que no se sabe si se inspiró en una visión geopolítica cargada con un matiz racista, lo cual no estaría nada mal para un defensa central e incluso le habilitaría para dar un curso de verano de la FAES, o si recurrió al argumento harto menos original de afrentar el honor masculino como nunca lo habría hecho un caballero en el tiempo en que al rostro no se arrojaban cabezazos, sino guantes. No en vano, fue Menotti quien una vez propuso un regreso al duelo para atajar con el hábito del insulto, iniciativa que, de cuajar, prácticamente acabaría con el género español del columnismo. O, al menos, con los columnistas menos duchos con el florete.

El caso es que los árbitros de la corrección política necesitan saber cuál fue el insulto empleado por Materazzi. Porque si se limitó a llamar «putón» a la hermana de Zidane, la cosa no tiene por qué desbordar la frontera de lo deportivo. Pero si incurrió en lo de «terrorista islámico», entonces ya hasta está la ONG SOS Racismo dispuesta a intervenir, porque lo que el italiano habría agredido en ese supuesto es nada menos que el concepto progre de moral universal. Y ahí Materazzi pasaría automáticamente a convertirse en un sospechoso de fumar, de contar chistes de mariquitas a los amigos, de mirar el culo en vez del título universitario a las señoritas, de rezar padrenuestros, de amar a Laura, de apoyar a Bush, de no tener un pañuelo palestino en su fondo de armario, de leer a la Falacci pero no a Ramonet, y hasta de catalanófobo y cavernario, ya puestos. En verdad, no sé a qué espera la FAES para contratarle una charla moderada por André Glucksmann.

Eso sí, como la obsesión políticamente correcta comience a vigilar lo que se dice sobre el césped de los estadios, más les vale a los futbolistas provocadores aprender a expresarse mediante eufemismos, como todo quisqui. Cuando quieran desquiciar a alguien por lo bajini, los bravos tendrán prohibido lo del «negro de mierda» de Luis. Deberán conformarse con un «eres un subsahariano procedente de un país en vías de desarrollo» que, vale, no suena igual de contundente, pero te mantiene a este lado de la moral establecida.

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