14.7.06
Parlamento mudo
14-07-06
COMENTARIOS LIBERALES
Parlamento mudo
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Si el comportamiento del Gobierno y del PSOE con el terrorismo se mueve entre la vileza y la alta traición, el Parlamento está acumulando méritos aceleradamente para resultar aún más vil y todavía más traidor a la democracia, la Nación y la Constitución. Ni al peor enemigo del parlamentarismo podía habérsele ocurrido una declaración que lo deslegitimase y ridiculizase tanto como la que hace un par de días excretaron los socialistas y sus aliados.
El PP se quedó solo en la Comisión Permanente pidiendo que Zapatero explique esos compromisos con ETA que, según dice reiteradamente su órgano habitual, son tan concretos como longevos, porque hace más de un año que se habría alcanzado un acuerdo de principio entre los asesinos de Joseba Pagaza y el partido al que perteneció; y durante meses, sin decir nada a la opinión pública ni, por supuesto, al Parlamento, los socialistas habrían llegado a acuerdos tan importantes y tan anticonstitucionales como la autodeterminación de los vascos, la anexión de Navarra, la suelta de presos y la legalización de Batasuna, Etasuna o como quiera llamarse el brazo parlamentario del terrorismo separatista.
El jibarizado Partido Comunista y la cuadrilla de grupitos nacionalistas, que han hecho causa común con Zapatero en su rendición ante ETA, no se han limitado a votar junto al PSOE y en contra de la resolución del PP, la única decente en una democracia que obligaría al Gobierno a explicar qué ha pactado ya y qué sigue pactando con los asesinos. No satisfechos con desertar de ciudadanos, sus señorías han desertado también de parlamentarios, al proclamar que el diálogo de Zapatero con la banda etarra debe realizarse discretamente y en silencio. Pero un Parlamento que pide silencio ya no es un Parlamento que existe para parlar, es decir, para hablar de todo, sino un contradiós, un disparate, un suicidio, una babocosa que ha perdido moralmente la razón de existir.
Desde sus orígenes, que en Europa no son británicos sino españoles, y más concretamente leoneses (como proclama Zapatero, que también tiene triste gracia), el Parlamento está para vigilar al Poder Ejecutivo y controlar sus gastos. Eran épocas de guerra contra el islam, era la más dura y más heroica parte de nuestra historia, tanto que nadie diría, viéndonos hoy tan envilecidos, que pudo ser nuestra. Y en ella los nobles, el clero y las ciudades del reino de León configuraron esa policía de lo ciudadano contra lo despótico que llamamos Parlamento. Si les llegan a decir a los fieros leoneses aquellos que, culminada la Reconquista y con un paisano suyo a la cabeza, el Parlamento iba a predicar silencio, o se mueren de la risa o se mueren de asco. Pues a eso hemos llegado.
El PP se quedó solo en la Comisión Permanente pidiendo que Zapatero explique esos compromisos con ETA que, según dice reiteradamente su órgano habitual, son tan concretos como longevos, porque hace más de un año que se habría alcanzado un acuerdo de principio entre los asesinos de Joseba Pagaza y el partido al que perteneció; y durante meses, sin decir nada a la opinión pública ni, por supuesto, al Parlamento, los socialistas habrían llegado a acuerdos tan importantes y tan anticonstitucionales como la autodeterminación de los vascos, la anexión de Navarra, la suelta de presos y la legalización de Batasuna, Etasuna o como quiera llamarse el brazo parlamentario del terrorismo separatista.
El jibarizado Partido Comunista y la cuadrilla de grupitos nacionalistas, que han hecho causa común con Zapatero en su rendición ante ETA, no se han limitado a votar junto al PSOE y en contra de la resolución del PP, la única decente en una democracia que obligaría al Gobierno a explicar qué ha pactado ya y qué sigue pactando con los asesinos. No satisfechos con desertar de ciudadanos, sus señorías han desertado también de parlamentarios, al proclamar que el diálogo de Zapatero con la banda etarra debe realizarse discretamente y en silencio. Pero un Parlamento que pide silencio ya no es un Parlamento que existe para parlar, es decir, para hablar de todo, sino un contradiós, un disparate, un suicidio, una babocosa que ha perdido moralmente la razón de existir.
Desde sus orígenes, que en Europa no son británicos sino españoles, y más concretamente leoneses (como proclama Zapatero, que también tiene triste gracia), el Parlamento está para vigilar al Poder Ejecutivo y controlar sus gastos. Eran épocas de guerra contra el islam, era la más dura y más heroica parte de nuestra historia, tanto que nadie diría, viéndonos hoy tan envilecidos, que pudo ser nuestra. Y en ella los nobles, el clero y las ciudades del reino de León configuraron esa policía de lo ciudadano contra lo despótico que llamamos Parlamento. Si les llegan a decir a los fieros leoneses aquellos que, culminada la Reconquista y con un paisano suyo a la cabeza, el Parlamento iba a predicar silencio, o se mueren de la risa o se mueren de asco. Pues a eso hemos llegado.