26.7.06

 

Un complot contra Mohamed VI o el asesinato de un periodista

 

26-07-06



Un complot contra Mohamed VI o el asesinato de un periodista


Un agente secreto marroquí denuncia en Rabat una supuesta trama contra el rey alauí y, en Madrid, un plan para matar a Alí Lmrabet

ALI LMRABET. Corresponsal

RABAT.- La Fiscalía de Marruecos ha ordenado abrir una investigación «profunda y exhaustiva» para aclarar las declaraciones que el viernes hizo un ex espía de los servicios secretos marroquíes, Hicham Bouchti, al diario Al Ahdath Al Maghribia y al semanario Maroc Hebdo International. Bouchti contó que durante el tiempo que residió en Madrid fue captado por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que le obligó a organizar un complot contra Marruecos y contra su rey, Mohamed VI.

Bouchti señaló al periodista Alí Lmrabet como el colaborador de los servicios secretos españoles que lo convenció para que trabajara para el CNI. El ex militar marroquí fue aún más lejos y aseguró que el director de EL MUNDO, Pedro J. Ramírez, estaba al tanto de toda la operación y apoyaba el complot.
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Se da la circunstancia de que la denuncia de Bouchti se produjo en vísperas de la visita que Don Juan Carlos realizó el lunes a Marruecos, donde mantuvo un almuerzo privado con Mohamed VI para hablar, entre otros temas, del Sáhara Occidental, el Líbano y la inmigración.

El fiscal de Casablanca, en representación de Mohamed VI, ha pedido que «cualquier persona implicada en ese asunto sea presentada ante la Justicia». Esto significa que los agentes secretos españoles, Lmrabet y otros miembros de la redacción de EL MUNDO que presuntamente hubieran participado en la supuesta trama tendrían que declarar ante las autoridades marroquíes.

Este periódico ha podido comprobar que tanto al director del CNI, Alberto Sáiz, como a otros altos dirigentes de los servicios secretos españoles no se les ha notificado la apertura de investigaciones contra ellos por parte de la Fiscalía marroquí.

Bouchti fue funcionario del Estado Mayor del cuerpo de las Fuerzas Auxiliares hasta que fue condenado y encarcelado durante dos años por «revelar secretos militares». Según fuentes militares, fue «recuperado» por la Dirección General de Estudios y Documentación (DGED), los servicios secretos del exterior, hace unos meses en Madrid, donde residía en condición de refugiado político.

En las dos largas entrevistas concedidas a dos publicaciones afines al régimen de Rabat, el arabófono Al Ahdat Al Magribia, próximo a los servicios de seguridad, y la francófona Maroc Hebdo International, Bouchti acusó al CNI de haber organizado, con la complicidad de varios «agentes» -entre los cuales figura este corresponsal-, una ambiciosa operación de captación de oficiales marroquíes para atraerlos hacia España, ofrecerles asilo político e importantes sumas de dinero a cambio de declaraciones «dañinas para la imagen de Marruecos».

Pero lo más grave es que, según Bouchti, el CNI también habría organizado en marzo un encuentro de oficiales libres en el hotel Novotel de Madrid. El supuesto Movimiento de los Oficiales Libres, al igual que su predecesor egipcio de los años 50, es una nebulosa que tendría como misión desbancar a la monarquía alauí.

Bouchti habló con la prensa en un gran hotel de Rabat, donde se hospedaba. Aparentemente se trasladó desde su Oujda natal, a 500 kilómetros de distancia, para conceder la exclusiva. En las fotografías se le ve con un traje nuevo, moviéndose nerviosamente por la habitación.

Según los que conocen los entresijos de los servicios secretos marroquíes, la historia del complot no se sostiene y se trataría más bien de una operación de distracción.

Si, efectivamente, Bouchti hizo labores de vigilancia para el CNI sobre islamistas en las mezquitas madrileñas, tal como reconoce él mismo en unas notas manuscritas que posee EL MUNDO, parece inverosímil que el servicio secreto español se haya lanzado a una loca aventura de desestabilización de un país amigo y estratégico para España.

En Rabat todo el mundo cree que no es sólo Bouchti quien habla en las entrevistas y que las flagrantes incongruencias que hay en sus declaraciones quieren desacreditarlo más que ensalzarlo como un patriota.

Bouchti contó que recibía «entre 600 y 1.000 euros cada tres días» y que las ONG que apoyan al pueblo saharaui manejan «decenas de millones de euros» para su propaganda en España. Nadie, ni el más patriota de los nacionalistas marroquíes, lo cree verosímil. Sobre todo cuando jura que una parte de ese dinero se lo daba la exiliada política Aïcha Ramdan (esposa del líder independentista saharaui Alí Salem Tamek), que vive en un centro de acogida. También dijo que viajó a París con un billete de avión que le regalaron, cuando EL MUNDO posee pruebas de que se trasladó en autocar.

Comprobar estos datos desbarataría el falso plan montado por Bouchti, y eso es seguramente lo que busca sus actuales protectores.

Desacreditarle

¿Con qué fin? ¿Quizá para más adelante desacreditar las graves declaraciones que Bouchti hizo voluntariamente en una comisaría madrileña sobre una oscura trama de los servicios secretos marroquíes y franceses para eliminar a Alí Lmrabet?

El 14 de junio, Bouchti contó a la Brigada Provincial de Información de Madrid, dependiente de la Dirección General de la Policía, un supuesto plan urdido por los servicios secretos marroquíes en España. Esta trama está siendo investigada policial y judicialmente.

Dos semanas después, Bouchti desapareció de Madrid hasta que apareció el viernes en la prensa.

En Marruecos nadie duda de que el caso Bouchti interesa al más alto nivel del Estado marroquí. El precipitado retorno del ex espía a Marruecos no es gratuito ni fortuito. Sobre todo desde que se conociera que el mismísimo Mohamed VI le concedió una «gracia real» apenas unos días después de pedirla y después de conseguir «un informe favorable» de los servicios de seguridad marroquíes. Según indicó a Maroc Hebdo International, acaba de ser reintegrado en su cuerpo de seguridad de origen por «decisión real».

Nadie en Marruecos goza de tanto favoritismo, sobre todo alguien a quien la prensa se empeña en presentar como un «pequeño empleado» sin importancia.



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