20.9.06

 

Espionaje sociata

 

20-09-06



COMENTARIOS LIBERALES

Espionaje sociata


FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

El artículo de Alicia Castro ayer, preguntándole a Rubalcaba si le está espiando, revela un hecho gravísimo. Lo que pregunta Castro al ministro del Interior es en qué se basó para aludir en el Congreso a que uno de los testigos importantes para esclarecer el 11-M es «excelente amigo de la señora Castro». Y yo creo que, además del artículo, para que la gente se entere de la calaña del Gobierno, la diputada popular debería denunciar al ministro por el abanico de delitos que se adivina en la chulería rubalcabiosa. Desde la utilización delictiva de fondos y funcionarios públicos para cometer delitos de espionaje (supongo que sin orden judicial) hasta el de conspiración para sabotear instituciones tan vitales para una democracia como el Parlamento. Es verdad que acudir a los jueces en España es una lotería, pero alguna vez te puede tocar premio. En cambio, apelar a la sensibilidad de Rubalcaba es como pedirle a Montilla bibliografía sobre Romanones.

La tradición del PSOE es, además, la del espionaje ilegal, y lo es desde que llegaron al poder en 1982. No se me olvidará, porque acababa de empezar como jefe de Opinión y columnista de Diario 16, el caso de las escuchas ilegales a democristianos y comunistas, investigación a cargo del juez Vázquez Honrubia. Tuvo éxito: encontró un armario de gran tamaño lleno de cintas con grabaciones ilegales de dos partidos legales. Lo curioso es lo que hizo entonces el juez, no sé si aleccionado o escarmentado por el comportamiento del Tribunal Constitucional en el expolio de Rumasa, cuando se plegó al peregrino criterio de que no se le podía llevar la contraria a un partido que acababa de ganar las elecciones con 10 millones de votos. Precisamente por eso era más necesario que nunca que un poder tan enorme tuviera freno en el Poder Judicial, y por eso fue letal la fechoría del Constitucional. De medio tribunal, para ser exactos, porque decidió el voto de calidad del presidente, que, después de refrendar el poder omnímodo de Felipe, se fue a Venezuela y se murió. En vez de morirse de vergüenza, podría haber tenido la vergüenza de vivir y defender el Estado de Derecho, que para eso estaba.

El argumento de Vázquez Honrubia cuando pilló el pastel del espionaje a la oposición fue muy de la época y también muy nefasto. Dijo que como no podía procesar a Alfonso Guerra, el vicetodo de la época, que era el auténtico responsable, no quería meterles un paquete a sus mandados. Y archivó el caso. Entonces gustó mucho el gesto de sinceridad del juez. Hoy me parece una forma de rendición que quizás no repetiría. Aquí se está delinquiendo ya abiertamente para tapar una masacre. Y esto no es Bolivia. Así que, doña Alicia, a los tribunales. Con los jueces, nunca se sabe. Con Rubalcaba, sí.

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