14.9.06

 

Pum, pum

 

14-09-06



AL ABORDAJE

Pum, pum


DAVID GISTAU

En vez de avisarle con una cabeza de caballo a la manera de Vito Corleone, a Zetapé le han metido en la cama un autobús quemado para recordarle que tiene pendiente de firma una de esas propuestas que no se pueden rechazar. Y ay de quien lo haga, que a ése le esperará en un callejón, en cuanto regrese a este lado del cristal blindado, el hombre de paz llamado Iñaki Bilbao, quien como no es lector de Mario Puzo y además tiene capacidad de síntesis reduce las sutilezas sicilianas de la amenaza a un «¡Pum, pum!» de tebeo de Mortadelo. A los peritos de la Verificación corresponde ahora mostrarse comprensivos de nuevo con estas últimas gamberradas que no empañan «el proceso» porque las protagonizarían díscolos de la banda que, como el escorpión de la fábula, aguijonean al hipopótamo estatal que les cruza el río son cautivos de su naturaleza todavía no reprogramada como para permitirles la asistencia a los foros de opinión que frecuenta Otegi. O, como diría Arcadi Espada, les ocurre lo que a Jeanette, que el mundo les hizo así.

Pero también cabe pensar que el rebrote de la kale borroka, por el que ya se están «atando los machos» quienes no tienen con el terrorismo una relación retórica, supone el retorno por escalas a la violencia de una banda cada vez más impaciente, sin duda fortalecida por el espacio y la beatificación de rosas blancas concedidos, y desde luego poco dispuesta a aprobar la distinción entre «psicópatas irrecuperables» y terroristas buenos con que el Gobierno trata de aliviarnos el susto cada vez que un irreductible nada aislado nos dicta una sentencia a muerte colectiva, «¡Pum, pum!», desde la jaula de la Audiencia.

No es una negociación. ETA, monolítica y perpetuada, persigue los fines de siempre. Sólo que durante un tiempo habrá considerado posible alcanzarlos por otros medios. Y esta creencia se la justificó el PSOE cuando, a través de Madariaga o de la propia Batasuna, traicionó todos los pactos en los que estaba basada, más allá de las trifulcas partidistas y de la dialéctica electoral, nuestra unidad de defensa, nuestra propia versión del «United We Stand». Si esa unidad, además de la movilización social que, a partir del asesinato de Miguel Angel Blanco, interrumpía varias décadas de letargo civil y de relativismo exculpatorio ante el crimen, era el cimiento de la victoria sobre la mafia vasca, su ruptura no podía ser interpretada por el terrorismo sino como la apertura de una grieta por la que colarse. Y más aún cuando el afán pactista de Zetapé le llevó incluso a purgar a los elementos de su partido que le estorbaban y a estigmatizar a las víctimas al tiempo que concedía al entorno etarra prestigio de estadistas. Pronto habrá que ayudarle a reparar los estragos de esa aventura y a recuperar la unión de la nación entera contra los asesinos en serie del «¡Pum, pum!» como recurso último de negociación.

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