13.9.06

 

Las camisetas

 

13-09-06



AL ABORDAJE

Las camisetas


DAVID GISTAU

El plasta de Rubianes, que ya tenía agregados al carné de buen catalán los puntos que te dan por insultar a la puta España, ha salido de la Diada consagrado en el mural de víctimas de la Caverna. Honor que incluye un disfraz de miliciano para el carnaval del Círculo, segunda copa gratis en los bares de progreso, y un servicio completo de Juan Cruz -a quien solían epustuflar los insultos- en Babelia sin besos en la boca, pero con la promesa de establecer una analogía entre sus padecimientos y los de Lorca, mártires ambos. El makinavaja es que no se ha visto en otra, y no sólo porque vaya a ligar como nunca en los botellones de Malasaña, sino porque le ha sacado a la izquierda un estatus de represaliado profesional, que viene a ser como el sueldo Nescafé con el que sueñan todos los artistas de vocación orgánica que oyen la palabra subvención y trempan. Y todo ello lo ha logrado Rubianes sin ni siquiera ser amenazado con dos tiros en las páginas de Avui y sin encontrarse a las puertas del teatro con el piquete de custodios de la catalanidad verdadera. Los que reparten estopa, sin que por ello nadie sufra un patatús en la Ser, a cualquiera que, empleando el humor y la inteligencia antes que el insulto, se atreva a proponer una perspectiva diferente de la impuesta por el dogma nacionalista.

Al PSC, Rubianes le ha servido para limpiarse la conciencia de tanto exiliado interior abandonado a su suerte mientras le gaseaban o le pegaban, de tanto nombre escrito en la cerámica del ostrakon sin que nadie se hiciera una camiseta solidaria. Hubo ocasiones de sobra, antes de Rubianes, y mucho más urgentes que ésta, para pelear por ese país que tolera la libertad de expresión del discrepante que finge vindicar, José Zaragoza. Nadie menos que el autor de aquel eslogan sectario que, durante la campaña del Estatut, sugería que votar no era ir «contra Cataluña». El nacionalismo, también el de nuevo cuño del PSC, se arroga de tal modo la representación del pueblo y de las esencias tribales que al discrepante no es que no se le respete la libertad de expresión, es que directamente se le declara enemigo de la patria, se le expulsa del templo de la izquierda para dejarle sin coberturas progres, y luego se promueve su acoso civil dejándole atado a una estaca como la cabritilla que no espera al león, sino a las juventudes pardas de ERC. Estas incomodidades jamás las sufrirá el falso represaliado de Rubianes, quien disfruta de acomodo, y de licencia de obras, en la jerarquía nacionalista y en el capricho progresista.

Las sufre gente como Boadella, a quien de verdad deberían arropar con camisetas en la Diada y con entrevistas entreguistas en la Ser quienes pretendan luchar en serio por un país en el que pueda hablar, incluso quien jamás se cagó en la puta Cataluña.

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