1.11.06
COMENTARIOS LIBERALES Ríos blindados FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
1-11-06
COMENTARIOS LIBERALES
Ríos blindados
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
En el proceso de nacionalismo para todos que, autonomía a autonomía, está inaugurando el PP a mayor gloria del PSOE, hay un factor que, sobre irritarme, me asombra: el empeño en blindar los ríos, en convertirlos en criaturas jurídicas y hasta judiciales. Es un atavismo tribal, una forma de despotismo paleto que empezó en el Ebro, con la excusa del trasvase, y va ya por el Guadalquivir, tras afectar al Tajo y al Júcar y camino de afectar al Miño.
El Estado de las Autonomías le ha declarado la guerra a Heráclito y a casi todos los presocráticos. Los virreyes autonómicos van proclamando cada uno su república, pero todos o casi todos nos han salido parménides vulgares o taoístas del todo a 100. Aspiran a la inmovilidad del humano y a la parálisis de lo no humano, sea líquido o sólido, mientras toleran lo inhumano como una forma de multiculturalismo. No podemos clausurar nuestras fronteras, coladero de ilegales, pero queremos clausurar los ríos, que, por respeto a la ecología y a la poesía, no deberían nunca detenerse.
«Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir», dijo el poeta. Pues ya no. Los ríos no van a dar en la mar, sino en el Boletín Oficial de las autonomías, donde quedan estancados mientras llegan los mosquitos.
En el monasterio de Yuste vi hace años la alberca donde el emperador Carlos contrajo las fiebres que lo ultimaron. Yo creo que los mosquitos eran los mismos que los del siglo XVI, porque el verdín amarillento que se veía dentro y fuera del agua parecía más una película de Griffith o Abel Gance que un accidente sanitario. Pero además ha inspirado la política fluvial de las autonomías antiespañolas, que tratan de cargarse por lo contencioso-administrativo todo lo que vertebra y fluidifica a la nación. Hemos pasado de los pantanos de Franco, que aseguraban el riego pero no pretendían acabar con los ríos, a una especie de Yuste generalizado, una inmensa charca histórica donde chapotean virus, bacterias, moscas, mosquitos y bichejos alados, harto capaces de acabar con héroes como el César Carlos y con el villano que se descuide.
De momento, sólo Esperanza Aguirre ha blindado el Estatuto de Autonomía de Madrid contra la tentación de blindar el tiempo y paralizar el espacio, como el resto de las 17 Tribus. Mi duda es si se debe sólo a la virtud nacional de Esperanza, por lo visto una de las pocas figuras de la derecha que se ha dado cuenta de que el PP puede morir de paludismo estatutario, o a la condición menguada del Manzanares, cuya única corriente histórica es de orden satírico.
Claro, que si Gallardón se sale con la suya y Polanco le recalifica el PP, es muy capaz de blindar el acuífero, la gran bodega oscura donde abreva su sed la Villa y Corte desde hace no sé cuántos siglos. Cuando corría el agua.
El Estado de las Autonomías le ha declarado la guerra a Heráclito y a casi todos los presocráticos. Los virreyes autonómicos van proclamando cada uno su república, pero todos o casi todos nos han salido parménides vulgares o taoístas del todo a 100. Aspiran a la inmovilidad del humano y a la parálisis de lo no humano, sea líquido o sólido, mientras toleran lo inhumano como una forma de multiculturalismo. No podemos clausurar nuestras fronteras, coladero de ilegales, pero queremos clausurar los ríos, que, por respeto a la ecología y a la poesía, no deberían nunca detenerse.
«Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir», dijo el poeta. Pues ya no. Los ríos no van a dar en la mar, sino en el Boletín Oficial de las autonomías, donde quedan estancados mientras llegan los mosquitos.
En el monasterio de Yuste vi hace años la alberca donde el emperador Carlos contrajo las fiebres que lo ultimaron. Yo creo que los mosquitos eran los mismos que los del siglo XVI, porque el verdín amarillento que se veía dentro y fuera del agua parecía más una película de Griffith o Abel Gance que un accidente sanitario. Pero además ha inspirado la política fluvial de las autonomías antiespañolas, que tratan de cargarse por lo contencioso-administrativo todo lo que vertebra y fluidifica a la nación. Hemos pasado de los pantanos de Franco, que aseguraban el riego pero no pretendían acabar con los ríos, a una especie de Yuste generalizado, una inmensa charca histórica donde chapotean virus, bacterias, moscas, mosquitos y bichejos alados, harto capaces de acabar con héroes como el César Carlos y con el villano que se descuide.
De momento, sólo Esperanza Aguirre ha blindado el Estatuto de Autonomía de Madrid contra la tentación de blindar el tiempo y paralizar el espacio, como el resto de las 17 Tribus. Mi duda es si se debe sólo a la virtud nacional de Esperanza, por lo visto una de las pocas figuras de la derecha que se ha dado cuenta de que el PP puede morir de paludismo estatutario, o a la condición menguada del Manzanares, cuya única corriente histórica es de orden satírico.
Claro, que si Gallardón se sale con la suya y Polanco le recalifica el PP, es muy capaz de blindar el acuífero, la gran bodega oscura donde abreva su sed la Villa y Corte desde hace no sé cuántos siglos. Cuando corría el agua.