Hemeroteca de kickjor

La relación del Gobierno de 'Zetapé' con el asesino De Juana Chaos va pareciéndose, por claudicante ante el estorbo, a la que mantuvo Astérix con Pepe Sopalajo de Arriérez y Torrezno. El hijo de un jefe tribal hispano, consciente de que tanto su seguridad como el camino de regreso hacia la libertad en casa habían sido encomendados a los irreductibles galos, descubrió que nadie se atrevía a negarle los caprichos cuando aguantaba la respiración y amenazaba de farol con dejarse morir.

Semejante hallazgo de lo importante que es uno inspira al terrorista, no la interrupción del suministro de oxígeno que necesitan sus pulmones, pero sí unas huelgas de hambre falaces como las cartas marcadas que por añadidura suponen una innovación en las técnicas de extorsión tan frecuentadas por la banda. Esta vez, De Juana Chaos se ha secuestrado a sí mismo para exigir rescate. Como si hubiera adivinado que su existencia amenazada tiene más valor que la de una víctima potencial para un Gobierno inclinado a ceder y a conceder con tal de defenderla. Sí, de acuerdo con la convención, terrorismo es el uso de la violencia, y de la publicidad que ésta procura, para el logro de objetivos políticos, puede decirse que De Juana Chaos se ha convertido en su propia víctima del terrorismo. Lo cual ya es para hacerse la picha un lío.

Y lo cierto es que el Gobierno nada más puede hacer por él, por mucho que se ponga colorado de no respirar. Ya le regaló una reducción en la petición de pena que demuestra que con la dieta de la miel se pierden más años y en menos tiempo que kilos con la de la uva. Ya le ofreció, de boca del mismísimo Zetapé, una homologación moral con los predicadores y los hombres de paz que traen la buena nueva del proceso que casi servía para acabar de perdonarle la nimiedad revoltosa de las 25 muescas en su revólver cuyas razones, dice eso sí que sólo en parte, comprende Patxi López. Y últimamente incluso se ha descolgado con el argumento del cambio climático para relativizar el horror y la culpa de unos crímenes que nada son comparados con la crueldad sin revindicaciones conocidas de la erupción del Vesubio sobre Pompeya, del iceberg que hundió el Titanic o del tsumani que azotó Oriente.

En verdad éstas son potencias homicidas que, aunque no las haya volcado el hombre sobre el hombre por una motivación política, nos consuelan de las 25 anécdotas que conforman un historial asesino tan modesto por comparación como el de Sopalajo. Y nosotros, bobos, que habíamos llegado a asustarnos por la perspectiva de tenerle de nuevo en la calle ejerciendo de sacamantecas patriótico. Como decía ayer Ussía, ahora nos quedamos mucho más tranquilos. En lo que respecta a De Juana Chaos. Porque lo que ahora nos preguntamos es qué precio político hay que pagar para que no granice.