14.11.06
COMENTARIOS LIBERALES Grandes esperanzas FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
14-11-06
COMENTARIOS LIBERALES
Grandes esperanzas
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
También podría haberse traducido la novela de Dickens Great expectations como Grandes expectativas, porque del curioso negocio de la vida trata y de lo que en la juventud se guarda como anhelo para, conseguido o no, servir inevitablemente de desengaño «llegados al arrabal de senectud». Y ambos títulos convienen al PP, que tras el desastre que para Zapatero ha supuesto la recreación del tripartito, con Carod-Rovira y Puigcercós como hombres fuertes, amén del cada vez más dificultoso proceso de rendición ante ETA, alberga grandes esperanzas y no pocas expectativas monclovitas por el desgaste gubernamental que, inevitablemente, se producirá. No es ciencia segura la de la política, y teniendo como tienen el PSOE y sus cómplices nacionalistas una mayoría aplastante en los medios, prácticamente total en las televisiones, la esperanza del PP estará sujeta a la manipulación de sucesos reales o fingidos, siempre exagerados. Cierto que en Cataluña, después de Zapatero y Mas, el que más ha perdido es Piqué, pero no ha sido la derrota tan estrepitosa como reveladora. Y sin la tómbola estatutaria, con todos los lenitivos que se quiera, mejor sería la posición popular. Pero dejando a un lado lo que de propaganda tiene toda política, parece indiscutible que si el PP está mejor es porque el PSOE está peor, que en la lucha por el poder no hay vasos comunicantes.
Sin embargo, la experiencia debería aleccionar en la siempre admirable virtud de la prudencia a la derecha española. En 1993, gracias al antenicidio y al fichaje del juez Garzón como número 2 por Madrid de Míster X, un felipismo que empezaba ya a apestar a corrupción consiguió atrincherarse en el poder tres años más, con terrible desgaste para la nación y las instituciones. Si entonces suponíamos que a la izquierda le importaba bastante poco España, ahora sabemos que éramos optimistas. Y si creíamos que las instituciones democráticas le eran aceptables cuanto instrumentables, hoy somos harto conscientes de que le importan un bledo con tal de seguir «como sea» en el poder. Pocas alegrías, pues, en el orden adivinatorio. En aquellas elecciones de 1993, Aznar y su equipo electoral, con Rajoy en lugar destacado aunque no tan esencial como en 2000, cometieron un error básico que fue confiar en Arriola y sus expectativas demoscópicas, amén de sus propias esperanzas de poder. Nada lo ejemplificó mejor que la victoria en el primer debate televisivo de Aznar sobre González y luego el pasotismo centristoide, lindante con la encefalitis letárgica, que permitió a Tigrekán II ganar el segundo debate trocando el desprecio por agresividad mientras Aznar daba por hecha la victoria sólo dejándose llevar. Y por delante se lo llevaron. Todo lo que no sea morder será rendirse. Y lo que no sea atacar ferozmente a ZP, empezando por el 11-M, será perder el tiempo.
Sin embargo, la experiencia debería aleccionar en la siempre admirable virtud de la prudencia a la derecha española. En 1993, gracias al antenicidio y al fichaje del juez Garzón como número 2 por Madrid de Míster X, un felipismo que empezaba ya a apestar a corrupción consiguió atrincherarse en el poder tres años más, con terrible desgaste para la nación y las instituciones. Si entonces suponíamos que a la izquierda le importaba bastante poco España, ahora sabemos que éramos optimistas. Y si creíamos que las instituciones democráticas le eran aceptables cuanto instrumentables, hoy somos harto conscientes de que le importan un bledo con tal de seguir «como sea» en el poder. Pocas alegrías, pues, en el orden adivinatorio. En aquellas elecciones de 1993, Aznar y su equipo electoral, con Rajoy en lugar destacado aunque no tan esencial como en 2000, cometieron un error básico que fue confiar en Arriola y sus expectativas demoscópicas, amén de sus propias esperanzas de poder. Nada lo ejemplificó mejor que la victoria en el primer debate televisivo de Aznar sobre González y luego el pasotismo centristoide, lindante con la encefalitis letárgica, que permitió a Tigrekán II ganar el segundo debate trocando el desprecio por agresividad mientras Aznar daba por hecha la victoria sólo dejándose llevar. Y por delante se lo llevaron. Todo lo que no sea morder será rendirse. Y lo que no sea atacar ferozmente a ZP, empezando por el 11-M, será perder el tiempo.